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El terrorismo ha marcado las últimas décadas de la historia de España y aún sigue condicionando la actualidad política. ETA ha sido la principal amenaza a la que se ha enfrentado nuestra democracia. Otros grupos de extrema derecha, ultraizquierda o de inspiración yihadista también decidieron ... en diferentes momentos recurrir a la fuerza para alcanzar sus objetivos, ya fueran la independencia de una región, la vuelta al franquismo, imponer una dictadura del proletariado o aplicar una versión extremista y minoritaria de la sharía, la ley islámica. La exposición que se inaugura el próximo miércoles, 21 de diciembre, en la sede de la Fundación Caja Cantabria, en Santander, que lleva por título 'El terror a portada. 60 años del terrorismo en España a través de la prensa', refleja las destrucciones de la violencia y, también, la dignidad de la respuesta ciudadana pacífica.
De la mano de portadas de periódico, entre ellas, de El Diario Montañés, así como de diferentes efectos personales de las propias víctimas, la exposición busca que esta parte de la historia, tan oscura como relevante, no caiga en el olvido y que no vuelva a repetirse. Esto tiene una particular importancia si pensamos en transmitirlo a las nuevas generaciones con rigor.
ETA ha cometido decenas de atentados en Cantabria. Dos de ellos provocaron víctimas mortales. El 19 febrero de 1992 explotó un coche-bomba en el cruce de La Albericia de Santander, al paso de una furgoneta de la Policía Nacional. Murieron tres civiles: el estudiante Antonio Ricondo Somoza y el matrimonio formado por Eutimio Gómez Gómez y Julia Ríos Rioz. Asimismo, diecisiete personas resultaron heridas. El 22 de septiembre de 2008 ETA colocó un coche-bomba frente al Patronato Militar Virgen del Puerto de Santoña. El brigada del Ejército de Tierra Luis Conde de la Cruz, que pasaba allí unos días de vacaciones, fue asesinado.
Además, entre 1973 y 2008 ETA mató a 23 personas de origen cántabro en atentados cometidos en Madrid, Bilbao, Basauri, San Sebastián, Sondica, Pasajes, Oñate, Vitoria, Marquina, Éibar, Sevilla, Irún... Es una amplia y triste geografía del terror, que forma parte del total de las 853 víctimas mortales que dejó dicha organización.
Conviene que los jóvenes conozcan estos hechos. Seguramente nunca ha habido tantos proyectos educativos para trasladar el testimonio de las víctimas a las aulas. Pero estos, que no llegan a todos los institutos, conviven con una tendencia al olvido. En parte, ello responde a que algunos ya no tienen una vivencia directa del terrorismo y nadie se lo ha contado. Pero también hay que pensar que existe una nociva indiferencia o, incluso, autocomplacencia. Es imposible aspirar a recordar todos los hechos violentos que algún día fueron noticia: los nombres de las víctimas, los lugares de los crímenes, cada discurso del odio y cada justificación que salía de la izquierda abertzale. Pero sí podemos y debemos (pues no solo hay un derecho, sino un deber de memoria), insistir en la tarea de deslegitimación del terrorismo. Hay que conocer la historia para que no dejemos en nuestro entorno resquicio alguno que dé pábulo a los mitos que alimentaron a la bestia (la supuesta ETA buena antifranquista; el presunto conflicto entre dos bandos, vascos y españoles...). Situemos a las víctimas en el centro del relato. La exposición 'El terror a portada', comisariada por la profesora María Jiménez, es una sana contribución en esa línea.
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