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Hace pocas semanas se celebraron varios debates sobre urbanismo coordinados por varias asociaciones vecinales y los colegios de ingenieros y arquitectos, con la participación de expertos en diseños urbanos. El interés ciudadano ha llevado a reflexionar sobre la ciudad presente y futura. Más bien, inmediata: ... queda menos de un año para que toda ciudad con más de 50.000 habitantes cumpla con la Ley de Cambio Climático y disponga de un Plan de Movilidad Urbana Sostenible, esto es, un centro urbano con bajas emisiones (transporte eléctrico, restricciones de tráfico y áreas peatonales).
El objetivo es mejorar la salud: aire limpio, pocos decibelios y más zonas verdes que pacifiquen y humanicen los centros urbanos. Es decir, cumplir la Constitución, (art. 43 y 45). Movilidad es mucho más que escaleras mecánicas. Oviedo y San Sebastián, entre otras, ya cuentan con planes elaborados ¿Estará Santander a la altura de lo que necesitan sus ciudadanos?
El Ministerio de Transportes concede ayudas para establecer zonas de protección acústica especial. El ruido acelera el alzheimer, causa 4.000 hospitalizaciones y mil muertes al año en España. Nuestra asociación pertenece a la Federación de Asociaciones contra el Ruido y llevamos años luchando para que se respeten las leyes. Ya es hora. Se valorará la extensión de la zona, la intensidad de las restricciones, la reordenación del espacio público, las penalizaciones, y que las medidas sean de impacto y solidez ( «no se va a financiar papel», dicen).
Aquí no se han modificado el trazado urbano ni la ordenación del tráfico, no se han aumentado las zonas verdes ni ensanchado los espacios peatonales. En 2017 tres asociaciones expusimos el problema y exigimos en Santander un cambio drástico: humanizar la ciudad. Ni entonces ni al final del estado de alarma se han tomado medidas.
La mayoría de las ciudades españolas (no digamos europeas), sin ninguna ley que lo impusiera, hace tiempo que dieron el paso y se han convertido en modelo (Pontevedra, Vitoria, Oviedo...). Muchas pertenecen a la 'Red de Ciudades que Caminan' (Soria, Sevilla, La Coruña, Pontevedra, Getafe, Medina del Campo, Ponferrada, Pamplona...), Santander no.
Vivimos anclados en el urbanismo de hace sesenta años. La primacía es del coche: ocupa el 80% del espacio urbano. No se cumplen los límites de velocidad impuestos por la DGT y recomendados por la FEMP «para lograr ciudades más humanas y salvar vidas», ni la prohibición para VMP (Vehículos de Movilidad Personal) de circular por las aceras. La contaminación ambiental causa un tercio de las muertes por enfermedad cardiovascular, 790.000 fallecimientos anuales en Europa, y reduce dos años la vida.
¿Tiene Santander un plan de transporte urbano eficiente que sustituya al vehículo privado?
La falta de zonas verdes ocasiona 43.000 muertes anuales. Las ciudades necesitan espacios amplios, tranquilos, con árboles, hierba, fuentes y bancos.
María Rubert, arquitecto señala que «desasfaltar las ciudades y plantar verde, hace que se respire mejor y palía el calentamiento». Pasear por una zona verde sin tráfico reporta beneficios inmediatos físicos y mentales: evita la tensión nerviosa, mejora la piel, la capacidad auditiva, la concentración y la salud cardiovascular. A mejor salud de la masa arbórea, más calidad de oxígeno.
San Francisco ha declarado los árboles bienes públicos. Luis Zambrano, biólogo cree que «hay que naturalizar la ciudad». Según el Instituto para la Salud Global de Barcelona, Santander es una de las ciudades españolas que presenta peor calidad de zonas verdes y muy lejos de las recomendaciones de la OMS.
Aumentar la capacidad turística es regresión. Llenar el centro urbano de actividades turísticas cual parques temáticos gigantes destruye la ciudad. Se ha de buscar un turismo sostenible, de calidad, respetuoso con el entorno. Lo teníamos hace años, pero en las dos últimas décadas no hemos convertido en émulos aventajados de Magaluf. Además, las obras se justifican por el turismo, no pensando en los residentes, a quienes parece desdeñarse. El turismo ha de controlarse para evitar que destruya el comercio y la vivienda tradicionales.
Necesitamos un nuevo modelo de ciudad. Donde niños y ancianos deambulen seguros, sin obstáculos. Habitable, sana, respirable. Sin parcheados ni cortoplacismos. Con pujanza y ambición por conseguir sentirnos de verdad en el siglo XXI.
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