EL HUMOR MÁS SERIO
Buster Keaton, referente del cine mudo y cómico de expresión inalterable, fue paradigma de genio delante y detrás de la cámara
Javier Rodríguez
Santander
Miércoles, 24 de abril 2019, 09:25
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Javier Rodríguez
Santander
Miércoles, 24 de abril 2019, 09:25
Hay actores cinematográficos a los que se recuerda e identifica por los personajes que protagonizaron y actores a los que se recuerda e identifica por su expresión. Entre los segundos se encuentra el genial cómico estadounidense Joseph Frank Keaton. Es decir, Buster Keaton, hijo de ... unos artistas de variedades que desde bien temprano le sacaron a escena para protagonizar agitados sketchs cómicos en los que la resistencia física resultaba factor indispensable para salvar el pellejo. Se forjó, pues, desde la niñez en el domino de las tablas, las acrobacias y la risa. Declararía al respecto: «Prácticamente nací en los escenarios. Me crié entre bastidores viendo trabajar a mis padres y sus compañeros. Gracias a esta experiencia, a los veinte años era un veterano». Del teatro saltaría al mundo del cine mudo, que entonces causaba furor entre el personal porque se trataba de un invento tan novedoso como fascinante. Trasladando a la gran pantalla su formación-base, conquistó a la clientela y se convirtió en una figura. El rasgo clave de su personalidad artística era la seriedad con la que afrontaba ante la cámara las aventuras que protagonizaba. «Me han preguntado con frecuencia por qué aparezco en todas mis películas con aspecto particularmente desolado. La razón es bien sencilla. Desde mis tiempos del music-hall he notado siempre que cuando termina una actuación más o menos divertida se provoca en los espectadores un estallido de risas, tanto mayor cuanto más indiferente permanece el cómico a lo que ocurre a su alrededor. Mientras otros colegas siguen un sistema contrario, tomando parte en la hilaridad del público y actuando confidencialmente ante él, yo me extraño», desveló un día. Por tal actitud se forjó ante los críticos de cine el apelativo «cara de piedra». Búster lo tenía muy claro: «Cuando un cómico se pone a reír en la pantalla, en realidad está invitando al público a que se ría con él, a que lo considere todo como una broma. A partir de aquí lo que ocurre es que nada se le tomará en serio, y aunque luego se encuentre en las situaciones más divertidas no se producirá ni una sola carcajada. Después de todo, el film cómico consiste, para el actor, en hacer el idiota. Y cuanto más seriamente ejecute su papel, tanto más divertido resultará». En cierta ocasión se permitió la paradójica licencia de bromear sobre el asunto, declarando en una entrevista: «Cuando me toque pedir paso en el cielo tendré buen cuidado de no reír, porque a lo mejor no me conocen y no me dejan entrar…». El talento de Búster Keaton no sólo se proyectó en la faceta de actor, sino también en la de director ('El maquinista de la General' es un referente) y autor de gags. Disfrutaron de esto último los también inolvidables Hermanos Marx, a quienes aportó algunos ('Una tarde en el circo', 'Los Hermanos Marx en el Oeste') para sus desternillantes trabajos. Otro pasaje de la gran pantalla por el que se le recuerda es la breve pero fascinante unión creativa con Charles Chaplin en 'Candilejas'. Aunque muchas veces se dijo que Charles, por celos ante su inspirado colega, metió la tijera en parte de la secuencia que rodaron juntos, la realidad fue al revés. Según afirmara Jerry Epstein, que se encontraba presente en la sala de montaje del citado film, hizo justo lo contrario. O sea, acortar su propia actuación. Así que matizado queda. «Todos mis gags están sacados de las leyes del espacio y del tiempo. Una buena escena cómica exige a menudo más cálculos que una obra de mecánica», dijo en cierta ocasión Buster Keaton. Los hechos lo demuestran. Viendo sus películas, no cabe duda. Si no, jamás hubiera podido sobrevivir a tantos momentos límite, pues nadie le dobló.
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