Ideas, no perversas, para reanimar la ciudad
LA TIERRA DORMIDA ·
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LA TIERRA DORMIDA ·
Se podría crear en La Lechera una casa encantada tipo a la Mansión WinchesterVila Nova de Cerveira es una villa portuguesa casi adosada a Orense, en la que viven unas 1.500 personas asentadas en un altozano desde ... el que se otea una planicie. La vida de sus gentes -seguramente- transcurría plácida hasta que a su alcalde se le ocurrió una sencilla, primitiva, y parece ser que genial idea, que ha trasformado la cotidianidad de los cerveirenses, llegando a remover su economía. Mandó construir su caporal, llamado Constantino Costa, un columpio. Apoyado por las freguesías (pedanías) de Vila Nova, levantó un gigantesco balancín de 7,26 metros de altura, al que llamó 'CerLove', un asiento colgante visitado por varios miles de portugueses y gallegos, para fotografiarse al atardecer con el escenario idílico de la desembocadura del Miño y con el monte Santa Tecla al fondo. Tal ha sido el éxito, que este verano, Constatino -sí, el alcalde-, tuvo que cerrar los accesos ya que en caso de emergencia no podía garantizar la seguridad.
Gracias a la geolocalización en Instagram se sabe que miles y miles de fotos -tomadas en el columpio- fueron subidas a la red social en el 2020. Tuvieron suerte, una serendipia contraria al cierto halo gafe que sombrea nuestras también peculiares ocurrencias. Da por pensar que se imite en las estribaciones de nuestro padre Dobra, donde alguien ideó un día hacer un teleférico, que, visto lo visto, no era el sueño de un orate don Quijote. Hemos intentado remedar a Vigo con una maxi bola luminosa navideña.
También a Castelldefel con el gigantón banco -concebido y destinado a trocar nuestro infausto presente- ahora solitario e íngrimo sitial, que parece estar en paciente vela esperando que se levante el cierre periférico para que acudan mesnadas de paisan@s de toda la región a plantar en él sus asentaderas. Ambas cosas, al final, placer de casa ajena. Pero está mal censurar sin aportar, predicar sin dar trigo, y dado que la oposición no parece estar en la búsqueda de la piedra filosofal, ésa que troca chatarra en oro, hay que dar ideas.
Se podría, por ejemplo, crear una casa encantada tipo a la Mansión Winchester en California, la de Drumbeg Manor en Irlanda, la famosísima casa del horror de Amityville, o el no menos carismático edificio Dakota en Nueva York, donde se rodó la escalofriante Semilla del Diablo (Polanski, 1968). Pasee -de noche y mejor en novilunio- por el edificio La Lechera. Atisbe de reojo a través de los ventanales , y verá, iluminadas por el resplandor, dos inquietantes cunas, vestidas, vacías y solitarias, como la de Rosemary, junto a dos perturbadores maniquíes desnudos. En La Lechera, ésa misma donde asegura Iván que se gastaron 6.000 euros alumbrando tomates. Aterrador (los sucedidos, no lo de Martínez).
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