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Hace unos días escuchaba cómo un padre relataba con orgullo que, tras entrar con su familia en una iglesia, su hija le preguntaba quién era aquel señor que estaba allí colgado... La historia no deja de ser una anécdota, pero encierra en sí misma ... una enorme carga de profundidad en la línea de flotación de la cultura y muy posiblemente del sentido común de nuestro maltrecho país. En definitiva, muy en consonancia con nuestra historia. Un padre presumiendo de una hija sin adoctrinar, alejada de toda religión o prejuicio. Un folio en blanco. ¿O no? Últimamente queremos hilar tan fino que estamos perdiendo un poco el hilo. Casi hasta la aguja. Queremos ser tan políticamente correctos, tan asépticos que igual se nos ha ido un poco de las manos.
Ahora bien, tal vez, quizá, convenga preguntarse si adoctrinar es enseñar los preceptos básicos del cristianismo, que impregnan nuestra cultura, nuestro arte, lenguaje y sociedad desde hace casi dos milenios. De igual manera que no vendrá mal descubrir la historia del islam, de sus científicos, escritores o profetas, no pocos de ellos hispanos. Luego cada cual puede ser un ateo como Dios manda, porque lo uno no quita lo otro. Saber quiénes somos y de dónde venimos no está nunca de más en un país que hunde sus raíces en las más diversas culturas. Desde los omeyas a los visigodos, pasando por los púnicos, aderezados con bastante de romanización y el inevitable ibérico de toda la vida.
Una iglesia, además de un lugar de culto y centro religioso, es una manifestación y testigo de la cultura de un territorio a lo largo de muchos siglos que nadie debiera perderse. Otro debate es la enseñanza religiosa en los centros educativos.
Entre llevarle la mochila a nuestros hijos al instituto y que los chavales tengan la libertad de la ignorancia, tal vez haya un punto medio. Posiblemente, si les damos a los chicos todas las opciones sin ser teledirigidos, sean ellos los que tomen sus propias decisiones, con errores y aciertos. El peso de la educación de los chavales recae en la familia, siendo el colegio un actor fundamental, pero no el protagonista de la serie. En la iglesia rupestre de Santa María de Valverde, en la románica de Yermo, la gótica de Udalla, en la sinagoga La Blanca de Toledo o en la mezquita de Córdoba, se esconde un maravilloso mundo de cultura por descubrir. Incluso, en alguna de ellas veremos al señor colgado en el madero de marca INRI. Igual lo verdaderamente transgresor es atreverse a descubrirlos todos. Eso sí, todo ello sin aleccionar, ¡qué la cultura tiene mucho peligro! Una nueva ley educativa viene a rescatarnos... Tan optativo todo, tan digital, tan políticamente correcto y tan educativamente ilógico. Tan inclusivo que excluye al fracaso por decreto. ¡Qué Dios, Alá, Odín o Nadie nos coja confesados!
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