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Después de 25 años, el silencio era la mejor respuesta. Ni una sola palabra debería enturbiar lo que han sido años de lucha por la Libertad. Pero vista la ignominia bajo la que se ha desarrollado el 25 Aniversario del secuestro y asesinato de Miguel ... Ángel Blanco, quisiera trasladar a la opinión pública algunos detalles de lo que sucedió en Ermua durante aquellos días de julio.
Son notas personales, fruto de muchos años al frente de la coordinación de alcaldía del municipio, responsable de organizar cada año los actos del aniversario del asesinato de Miguel Ángel, de redactar la primera normativa en toda España encaminada a financiar a los colectivos que luchaban por la libertad, de asistir a los medios de comunicación (bien a grabar un Informe Semanal o un documental para la BBC), de coordinar con Agustín Ibarrola la instalación en Ermua de la primera escultura homenaje a las víctimas del terrorismo, o de tener en mi cajón la agenda de Miguel Ángel durante meses y meses.
A primera hora de la tarde de aquel fatídico día, se recibió una llamada en la que se comunicaba la llegada inminente del delegado del Gobierno de España, Enrique Villar, al ayuntamiento. Desde ese momento se intento localizar a todos los concejales no nacionalistas. De todos hubo respuesta menos de Miguel Ángel. No había llegado a su puesto de trabajo, ETA le había puesto en su punto de mira.
Al encontrarse Carlos Totorika de camino a Madrid, fueron dos concejales los que recibieron a Enrique Villar, se celebró una reunión de urgencia y se optó por convocar a los ciudadanos de Ermua. Se llamó a cada centro regional para que se movilizaran y se concentraran frente al Ayuntamiento.
Los rumores se confirmaban por momentos. Se negoció entre varias televisiones que EITB instalaría una única unidad móvil en la calle Marqués de Valdespina, pero que fuera TVE la primera en dar la noticia. Conectó en directo sobre las seis de la tarde, la calle ya estaba llena de ciudadanos sin banderas, exigiendo la libertad de Miguel Ángel. La emoción contenida en la calle provocó que la periodista comenzará a llorar y se prendió una llama que ya nunca se pudo borrar. Espero que este 25 aniversario tampoco lo haya conseguido.
En el País Vasco, desde la Transición, era raro el conflicto laboral, espectáculo deportivo, gastronómico o, simplemente, la despedida de soltero, en la que alguien no llevara una ikurriña. Pues bien, en Ermua aquel día no hubo ni una sola ikurriña: revisen las imágenes.
Las banderas suelen trasladar dos cuestiones básicas: seguridad o anhelo de ser. Los edificios oficiales ponen la bandera oficial del país porque allí se puede cobijar el ciudadano para ser atendido en un hospital, recibir educación o simplemente exigir justicia... y respecto al anhelo de ser, es evidente que en el País Vasco se sufre cierta hipertensión onírica.
Los ciudadanos de Ermua demostraron que la ikurriña sobraba, no trasladaba ninguna certidumbre; más bien todo lo contrario, representaba el sentir y el anhelo de aquellos que tenían secuestrado a Miguel Ángel, su ideario secesionista. Nadie saco la bandera, nadie pensó que era inocente llevarla y nadie se atrevió a cobijarse en ella.
Pero las imágenes del pasado 10 de julio, 25 años después, son dramáticas, sencillamente ignominiosas. El número de personas que han esperado 25 años para cobrarse la pieza política no ha sido menor, la sonrisa del presidente del EBB, Andoni Ortuzar, la equidistancia de Patxi López o la presencia de Unai Remetería es, como mínimo, un insulto a la memoria y a la dignidad de los que hicimos frente al terrorismo nacionalista.
La participación de Pedro Sánchez derrocha falta de humildad y el grado máximo en la utilización diabólica del terrorismo para blanquear la historia de la banda criminal; señalar en ese lugar, en ese momento, delante de Mari Mar, la existencia de dos países: España y la región vasca, es lo más ruin que he visto en política.
Solo el PNV supo interpretar aquel movimiento social y el pasado mes de julio, 25 años después, ha conseguido su último fruto: incorporar al presidente del Gobierno, a Pedro Sánchez, al acuerdo de Lizarra, un salvoconducto para el terrorismo nacionalista que se ha cobrado una nueva víctima, el Espíritu de Ermua.
Definitivamente, aquel movimiento que supo canalizar la libertad frente al nacionalismo ha sido traicionado - una vez más- por el Gobierno de España.
Los gobiernos podrán mancillar la historia, pero nunca quitar la razón a los ciudadanos.
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