Hasta que en 1746, por iniciativa de un indiano, se fundó en Villacarriedo el colegio de los Escolapios «para acceso gratuito a primera y segunda enseñanza, con habitaciones para los padres escolapios y colegiales», no contaba el actual territorio de Cantabria con ningún centro donde ... pudiera estudiarse enseñanza media ni universitaria. En 1802, por iniciativa de la Real Sociedad Cantábrica de Amigos del País, se fundó en Comillas el Real Seminario Cántabro, de corta existencia a causa de la Guerra de la Independencia, y en 1838, en el desamortizado convento de Santa Clara, con el profesorado del Colegio de Villacarriedo, cerrado por los avatares de la primera guerra carlista, comenzó a funcionar en Santander el Instituto Cantábrico «aprovechando caudales de la Obra Pía de Espinama».
En este Instituto estudiaron Pereda, los hermanos Menéndez Pelayo y muchos de los que iluminaron la cultura de Santander en el último tercio del siglo XIX. Pero admira conocer la nómina de cántabros, nacidos en todos los puntos de nuestra geografía, que para destacar por sus hechos y conocimientos en toda la nación, tuvieron que estudiar desde niños en Burgos, Valladolid o Salamanca. He titulado, consciente y con dolor, desconocidos, sabiendo que no lo son para los estudiosos, o curiosos, de nuestra historia, pero sí para la gran mayoría para quienes son desconocidos incluso muchos de los nombres que son recordados en nuestro callejero. Un recuerdo somero de los pocos personajes que permite el espacio.
La Academia de la Historia fue fundada en 1738. Don Marcelino Menéndez Pelayo fue su vigésimo octavo director, pero antes dos cántabros ya la habían presidido: Tomás Antonio Sánchez, nacido en Ruiseñada en 1725, fue el primer editor europeo de textos medievales. Su edición en 1779 del 'Cantar del Mio Cid' es considerada la primera edición de un Cantar de Gesta. Según la RAE: «puso con su perseverancia y buen gusto literario los cimientos de la Historia Literaria Española», y José de la Canal (Ucieda, 1788), agustino, continuador de la 'España Sagrada' de Flórez y Risco. Sorprende, teniendo en cuenta la escasa población y el aislamiento de nuestro territorio, que de veintiocho directores de la Academia de la Historia tres fueran cántabros. Debiera, al menos, resaltar la presencia en la sociedad de su tiempo, entre otros, de Rafael de Floranes (Tanarrio, 1743) historiador y jurista; José de Madrazo (Santander, 1784) pintor; Diego de Argumosa (Villapresente, 1792) conocido como «restaurador de la cirugía española».
Hasta que en 1746 no se construyó el colegio de los Escolapios en Villacarriedo, no existía en Cantabria ningún centro donde estudiar enseñanza media ni universitaria
He elegido a F. C., el personaje del que se conocen menos datos biográficos, como ejemplo de un 'ilustre desconocido'. En 1821 se publicó en Madrid, en un opúsculo de 76 páginas, «la memoria leída en el Ateneo Español en la noche del 23 de junio de 1820 en sesión ordinaria, y dedicada al mismo por su socio el ciudadano F.C. Contiene la descripción geográfica de la provincia marítima de Santander, precedida de un discurso». Este acto era la sesión inaugural del Ateneo.
F.C. era uno de los 92 «ciudadanos, hombres de espíritu liberal dispuestos a trabajar por la ciencia y por el progreso» que acababan de fundar en Madrid el 'Ateneo Español'. Por la efeméride de José Antonio del Río sabemos que F.C. era «nuestro ilustre paisano don Félix Cavada, natural de Buelna, y de las familias de los Condes de las Bárcenas»; que perteneció al «batallón de diestros e intrépidos tiradores de Cantabria» y que concluida la Guerra de la Independencia, «ya en Madrid, debió ser muy conocido como literato, toda vez que fue el encargado de pronunciar el discurso de inauguración de aquel Ateneo (...) Cavada pasó luego a ocuparse solamente en los negocios de la familia». Independiente del honor que supone ser elegido para pronunciar la conferencia inaugural del primer Ateneo fundado en España, lo que nos interesa es el tema elegido, las razones por lo que lo elige y su contenido. Le duele el desconocimiento que existía sobre la historia y territorio de nuestra provincia, y en la introducción a la conferencia propone, como uno de los temas a futuro, «las provincias de la península para su más completa descripción física y moral. Con este objeto y sin otro más que el abrir el camino a tan interesante empresa, presento al Ateneo las cortas observaciones que he podido hacer sobre una de las comarcas más notables, por el origen de sus habitantes, su antigüedad y preservación de las invasiones enemigas que ha padecido nuestra amada patria». De la introducción selecciono unos textos esclarecedores: «La provincia marítima de Santander ofrece, a los que quieran describirla, particularidades que llaman la atención al hombre más sensible; conserva en el corto espacio de 240 leguas cuadradas, diferencias notabilísimas que dividen a sus naturales, digámoslo así, en familias diversas; y sin embargo apenas se sabe de alguno que tomase el trabajo de darnos una descripción para conocimiento de lo que así en lo físico como en lo moral la distingue (...). Alucinado el vulgo por lo que oyó hablar de ella a individuos que acaso jamás la vieron; llevado, por decirlo así, del nombre que impropiamente le han dado de Montaña, forma de este país un concepto enteramente errado: por lo general lo cree áspero, sujeto a temperamento rudo, desprovisto de establecimientos para la instrucción pública ¡Qué desaciertos! (...) Una provincia que el célebre Jorge Juan llamaba el jardín de España por el benigno temple, la abundancia de buenas aguas, su frondosidad; una provincia en que el hombre halla cuanto es preciso para vivir de una abundancia diversificada, es casi tenida por inhabitable. Hemos escuchado semejantes despropósitos, hemos oído los discursos más descabellados sobre la situación de un país, a quien no falta mas que un Young y un Humboldt que quieran manifestar sus preciosidades (...) Hubiéramos querido tener la pluma de tan excelentes autores cuando le hemos recorrido».
Es imposible resumir el contenido de la conferencia que en su publicación enriqueció con notas complementarias. No sé si he sabido recoger un poco del amor y de la pasión puesta por el autor, en trasmitir, en una oportunidad tan extraordinaria, la necesidad de romper el desconocimiento que provocaba el aislamiento de la provincia, por las malas comunicaciones con las provincias limítrofes y la capital, pero el texto de la conferencia justifica la necesidad de rendir agradecimiento a tantos ilustres desconocidos, muchos de ellos ni siquiera citados.
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