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El prematuro fallecimiento del librero santanderino y dinamizador del mundo del cómic Óscar Muñiz desencadenó un diluvio de elogios póstumos. Deja, a la vez que una huella considerable, un respetable hueco que costará cubrir con otro protagonista de parejo entusiasmo. Por circunstancias diversas, últimamente ... he visitado varias catedrales españolas con especial significación artística. La noticia del infortunio de Muñiz me ha coincidido, pues, con un proceso de reflexión sobre las narraciones gráficas presentes en dichos templos, por lo que hoy quiero destacar la gran importancia de estas formas de comunicación.
En concreto, me ha intrigado la catedral como una 'obra comunicativa integral', donde tanto la arquitectura como las artes plásticas están organizadas para transmitir mensajes, contar historias y recoger, como canal entre mundo y ultramundo, las que los mortales cuentan a los inmortales en demanda de ayuda. En estos espacios, aunque hay textos escritos, predomina la comunicación mediante imágenes: la iconografía. En muchas ocasiones, varios cuadros se suceden para narrar visualmente lo que en la Biblia o las vidas de santos se cuenta con palabras. Pero quizá es mayoritaria la situación en que una figura estática representa, sencillamente, un momento escénico de una narración conocida.
Las imágenes ya eran muy importantes en la religión egipcia y la grecorromana. Había toda una industria de iconos, y Esopo en sus fábulas habla de un escultor que vendía estatuas de Zeus por una dracma, y de su esposa Hera por dos, mientras que la de Hermes, el dios que camuflado preguntaba los precios, se regalaba al comprar las otras dos. El 3x2 de Carrefour ya existía en el siglo VII antes de nuestra era. Hermes, ni qué decir tiene, quedó muy corrido con la respuesta. Tanto los templos de Egipto como los griegos reproducían escenas de narraciones genealógicas o aun históricas, como el famoso relato iconográfico de Ramsés II sobre una presunta victoria sobre los hititas, que en realidad no fue tal.
Con esto no quiere decirse que la información fuera solo visual: las imágenes únicamente se entendían al ser acompañadas por narraciones orales, puesto que durante la mayor parte del tiempo histórico los capaces de leer eran una exigua minoría. Esto cambió por completo con la urbanización e industrialización de la vida, y su racionalización en sistemas escolares y administrativos. Eso no significa que de pronto todo quisque se pusiera a leer el 'Discurso de metafísica' de Leibniz, pero sí que apareció la capacidad para el consumo masivo de prensa y de híbridos entre lo gráfico y lo narrativo, que emergen al tiempo que la capacidad de reproducción icónica audiovisual masiva, en el cinematógrafo, y toman contenidos tanto puramente artísticos como políticos y sociales.
La función de ambos sistemas, cómic y audiovisual, ha sido paralela y mucho más determinante que la literatura, o incluso que un formato tan clásico como el teatro. En un mundo en constante aceleración y en continua programación del tiempo de las personas, la rapidez de consumo del cómic o el audiovisual (ahora demás por el canal del teléfono) encuentra pocos rivales.
Podemos tomar el caso de la Cantabria autónoma como un ejemplo de esta influencia de las nuevas artes contemporáneas sobre la conciencia colectiva. En mi opinión, sin las celebérrimas historias gráficas de Andy sobre 'Laro, el cántabro', hoy no habría ni un solo Laro en estos lares. Gran parte de la iconografía con que se ha ido dotando a una región autónoma que ni siquiera tenía en 1982 un libro de historia general serio en el momento de proclamarse, sino solo estudios sobre aspectos sueltos, muy diferentes y heterogéneos, se ha hecho mediante los ilustradores gráficos: o bien como narradores ellos mismos, o bien como artistas que interpretaban visualmente una historia escrita, normalmente de tono divulgativo y legitimista. La conciencia de cantabricidad se ha generado más mediante estos formatos que a través de lectura de libros o asistencia a obras teatrales.
La narratividad, como ya señaló en su día Roland Barthes, es universal. Todos los tiempos y todas las culturas coinciden en utilizar historias y, además, representarlas de algún modo. Nuestra época no es excepción. Si usted se fija, la mayoría de los debates en la esfera pública se encuentran tan simplificados, que cabrían fácilmente en el esquematismo narrativo del cómic. Esto no necesariamente es malo. Muchas obras de divulgación científica adoptan técnicas del cómic para hacer más digerible una información compleja. El formato es, además, de una gran potencia persuasiva, por lo que no resulta infrecuente en el mundo publicitario.
Hay quien piensa que una película no es más que un cómic desarrollado en la grabación de su escenificación. De hecho, muchos filmes son precedidos, desde Disney y la década de 1930, por el 'storyboard' u organización visual de las secuencias. Hay un sólido vínculo entre construir lo audiovisual como sucesión de cuadros, en una dirección o, en la contraria, construir la historia gráfica como 'momentos' de una presunta realidad dinámica, imaginaria película, que sería su referente pleno. Incluso pensaría uno en la novela como un 'hilado' de tales cuadros mediante textos de transición entre ellos. Al hablar hoy de la política, la economía o la cultura como imperio de lo audiovisual, recordemos, pues, que la organización básica es esta limitada y relativamente convencional sucesión de escenas.
Así podríamos examinar la actualidad política, social o deportiva de Cantabria como la serie de tales sucesiones, caracterizadas cada una por mensajes muy breves, cuadros de situaciones comprometidas, y una cierta autoidealización de los personajes, normalmente épica, que la parodia gráfica sabe convertir en cómica. A mi parecer, la prueba del algodón del asentamiento de la cantabricidad es que se pueda hacer libremente humor gráfico y 'cómic cómico' sobre ella, pues entonces se demostraría ya tan sólida como para soportar ironías sin desgastarse ni un milímetro. Que solo hagamos autoparodia sobre el buen tiempo que luce en Cantabria podría ser mala señal, signo de conciencia insegura. Solo nos atrevemos con el tiempo, como dos desconocidos en un ascensor. ¿Conoce usted muchos chistes de cántabros?
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