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Los partidos cántabros llegan al final de la minicampaña con más de la mitad de los nueve escaños en disputa, cinco en el Congreso y ... cuatro en el Senado, bailando en un puñado de votos, por arriba y por abajo del escalafón. El PP se agarra a los 'trackings' de Génova que, día a día, alientan su victoria con dos diputados y tres senadores. En el PSOE replican que, igual que en abril, desmentirán los sondeos con una histórica victoria con cinco plazas en las dos Cámaras. El PRC airea sus estudios internos con los tres grandes partidos en un pañuelo, menos de dos puntos. Todo puede pasar, lo que le da opciones al segundo diputado que persigue, aunque no le sobre mucho para defender el único que logró el 28-A. Y todos a la expectativa de si en la explosión mediática de Vox hay más ruido que votos. Tampoco está nada claro si los cuatro partidos mejor colocados obtendrán representación en las Cortes o sólo tres entrarán en el reparto.
Son elecciones generales, con la gobernabilidad de España como foco esencial, pero los resultados tendrán un inevitable impacto doméstico en los partidos. A la cúpula del PP, con María José Sáenz de Buruaga a la cabeza, le hace mucha falta una alegría, después del descalabro primaveral, para asentar su liderazgo en un partido todavía fracturado y para mejorar su crédito en Génova, que siempre parece en entredicho.
También el nuevo PSOE de Pablo Zuloaga está impelido a reeditar el éxito en las generales de abril, bastante más rotundo que en las autonómicas y municipales de mayo, para evitar que el sector crítico salga de los cuarteles de invierno en contraofensiva, sobre todo si Pedro Sánchez sale mal parado del 10-N.
El caso del PRC es distinto. Es el primer partido de Cantabria desde los comicios de mayo, Revilla preside el Gobierno, tiene más alcaldes que ninguna otra fuerza y una cohesión sin fisuras. Pero un jarro de agua fría en estas elecciones anularía el salto de calidad que dio en abril con el escaño de Mazón hacia el partido poderoso en todas las instancias que pretende ser para afrontar la incierta era post-Revilla.
Vox no cumplió con las expectativas el 28-A, pero ahora parece más cerca de llegar al Congreso y de mejorar su presencia y visibilidad en el debate político de Cantabria en el que ya participan los dos diputados regionales que ganaron sus plazas en mayo.
De ahí para abajo, la preocupación es todavía mayor. Ciudadanos Cantabria, con un escaño en el Congreso consolidado en tres comicios consecutivos, ahora afronta, como en toda España, un negro horizonte que amenaza su estatus respetable, con un grupo de tres diputados en el Parlamento regional y aliado con el PP en el gobierno municipal de Santander. Con los antecedentes conflictivos del partido naranja en la región, el riesgo de desbandada tras un eventual desastre es muy real.
El declive de Unidas Podemos viene ya de lejos, desde las continuas crisis internas en el partido de Pablo Iglesias que ya surgieron en sus orígenes hasta los más recientes descalabros electorales. Las voces de la izquierda radical siguen activas en Cantabria, pero siempre dispersas, cuando no enfrentadas. La orfandad de liderazgo ha sumido a este segmento político en la irrelevancia.
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