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Aunque no soy demasiado optimista acerca del impacto que, en las condiciones de vida del planeta, vaya a tener la recientemente clausurada conferencia del cambio ... climático de Madrid, lo que sí parece evidente es que la misma ha servido para remover nuestras conciencias y que, por lo tanto, ahora somos más conscientes de los retos que el mencionado cambio comporta. Se nos ha alertado, de forma muy rotunda y precisa, sobre los efectos derivados del calentamiento global provocado por el modelo energético imperante en el mundo y, en este sentido, no me parece ocioso recordar el decálogo de consecuencias sobre las que Oxfam ha puesto el acento: temperaturas más cálidas, tormentas más intensas, propagación de enfermedades, olas de calor más fuertes, derretimiento de los glaciares, huracanes más peligrosos, cambio de los ecosistemas, desaparición de especies animales, aumento del nivel del mar, y alimentos más caros.
Todas estas consecuencias tendrán, naturalmente, un impacto importante sobre nuestro día a día y tendrán también, con toda seguridad, un impacto económico significativo. Y, aunque éste no debiera ser lo más preocupante, convendría tenerlo muy en cuenta pues, en un mundo tan mercantilizado como el nuestro, todo tiene un precio ya que todo se compra y se vende.
El problema con la estimación de los efectos económicos del cambio climático es que es prácticamente imposible llevarla a cabo con un alto grado de precisión, pues son muchas las incógnitas que existen al respecto; las más relevantes, tal y como se indica en los últimos informes de CaixaBank y Finanzas y Desarrollo (FMI), son la relación bidireccional existente entre cambio climático y desarrollo económico, el sentido y alcance del cambio tecnológico en las próximas décadas y, más técnicamente, la tasa de descuento que habría que utilizar para actualizar pérdidas y ganancias potenciales.
Pese a estas dificultades, han proliferado en los últimos años los análisis tratando de aproximar el impacto económico del cambio climático; la mayoría de ellos, por ejemplo el de Stein para el gobierno del Reino Unido, y el de Burke, Davis y Diffenbaugh, publicado en la prestigiosa Nature, concluyen que, de no tomarse medidas al respecto (esto es, de seguir con las mismas políticas energéticas que en la actualidad), el PIB mundial podría verse reducido entre un 15 y un 25% a finales de siglo en comparación con el que existiría si las temperaturas se mantuvieran al nivel de hoy; el motivo de que esto sea así es, sobre todo, el descenso de la productividad. Por su parte, el Banco Mundial avisa también de que, de no actuar de forma intensa y decidida, el cambio climático podría empujar a la pobreza a 100 millones de personas más en 2030 y forzar, de aquí a 2050, a más de 149 millones de personas (sobre todo, una vez más, de los países pobres) a emigrar.
Con todas las cautelas que uno quiera establecer al respecto, es evidente que las cifras referidas son escalofriantes y que, aunque sólo fuera por egoísmo, habría que hacer algo. Dos son, en este sentido, los ámbitos interrelacionados en los que, según los expertos, habría que actuar. Por un lado, y siguiendo las directrices de William Nordhaus, galardonado con el Premio Nobel de Economía en 2018 precisamente por sus estudios en el campo de la economía climática, imponiendo tasas mucho más altas que las actuales (pasar de los 7,5 euros por tonelada a 40 euros) a las emisiones de gases de efecto invernadero; y, por otro, acelerando la implantación de energías renovables y promoviendo un cambio tecnológico favorecedor del uso de energías limpias. Al respecto, tampoco parece ocioso recordar que, según la Comisión Mundial sobre la Economía y el Clima, una lucha decidida contra el cambio climático podría generar en torno a 26 billones de dólares hasta el año 2030 y generar 65 millones de nuevos empleos. Asimismo, conviene subrayar que los últimos autores arriba mencionados consideran, asimismo, que lograr que el incremento de las temperaturas sea de 1,5 grados en lugar de 2 grados «beneficiaría al 90% de la población global en 2100 y permitiría ahorrar más de 18 billones de euros (cifra que equivale a una cuarta parte del PIB global actual)».
El problema es que, por negacionismo, cortoplacismo, desconocimiento interesado, etc., etc., se sigue sin agarrar al toro del cambio climático por los cuernos; es evidente que el tiempo corre en nuestra contra y que, en consecuencia, cada vez es más urgente actuar.
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Ana del Castillo
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