Impuestos a la banca y energéticas

Parece razonable que las personas y empresas más afectadas por la crisis se beneficien del menor pago de impuestos, de moratorias en los pagos de sus deudas, ya sean hipotecarias o no, y de ayudas y subsidios públicos que contribuyan a su saneamiento económico. La cuestión es cómo recaudar adecuadamente los ingresos públicos vía impuestos. Los impuestos han de ser directos y no indirectos. La razón es que los impuestos indirectos los pagan todos los ciudadanos. No obstante, los impuestos a las energéticas y a la banca no son impuestos sobre beneficios extraordinarios, que son los genuinamente directos, sino que son impuestos que son equivalentes a costes variables y por ello finalmente serán trasladados a precios y pagados, en parte, dependiendo de la elasticidad de la demanda, por todos los ciudadanos. Eso quiere decir que, al menos parcialmente, se comportarán como impuestos indirectos, que son los menos equitativos. Hay que decir, no obstante, que el gravamen sobre los intereses y comisiones bancarias, aproximadamente el setenta por ciento de las operaciones bancarias, estaba inicialmente destinado solo a entidades españolas y finalmente se aplicará también a bancos extranjeros supervisados por el Banco Central Europeo (BCE) que deberán abonar el 4,8% de su margen de intereses y comisiones, independientemente del volumen de sus ingresos.

Se ha recogido, de este modo, una importante recomendación que incluyó la semana pasada el BCE en su dictamen para no distorsionar la competencia y una de las reclamaciones de los bancos españoles.