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Dos semanas, en dos semanas las aulas volverán a recibir a su alumnado entre medidas inciertas y «no medidas». Sabemos de la importancia de ponerse el cinturón de seguridad en el coche, de la cantidad de muertes que su desobediencia conlleva, pero, se nos ... olvida lo primordial: los coches ya llevan de serie cinturón de seguridad. Toda la suerte de medidas y sugerencias para esta «vuelta al cole» se hace sin la dotación de ese cinturón de seguridad básico. Grupos que no superen determinado número, distancias imposibles de mantener y profesionales de la educación, que no de la sanidad, al cargo.
Toda la comunidad educativa entendemos y defendemos la necesidad de una educación presencial que reduzca las diferencias sociales de acceso a la misma. Una educación que acompañe, apoye y detecte necesidades. Pero, en estos momentos, lo que sentimos una gran parte del profesorado es que prima la conciliación familiar frente a la seguridad y al sentido común. Quienes compartimos aula a diario con alumnado adolescente conocemos las dificultades que la falta de contacto físico conlleva. Cómo no pensar en las aulas de infantil y primaria donde las prioridades y las necesidades son otras bien distintas. No nos negamos en absoluto a volver a las aulas, de hecho, somos quienes más defendemos el regreso. Pero no así, no sin planes de contingencia realistas que nos apoyen, protejan y aporten instrucciones precisas para los supuestos, también realistas, que nos esperan a la vuelta de la esquina. La solución no es fácil, por supuesto que no, pero, de momento, son muchas las comunidades que mantienen la incógnita a quince días de la apertura de los centros, a quince días de incumplir las medidas generales de número de personas en un mismo espacio y de distancia social adecuada. Hablamos de desdobles sin dotar del profesorado necesario. Hablamos de intensificar la limpieza en aulas, aseos o comedores; pero, sin embargo, la mayor parte de las consejerías no ha previsto la contratación de personal para ello. Esperemos que esta semana sea la definitiva y la reunión prevista entre Gobierno y autonomías sea reveladora. Esperemos que el margen a la improvisación sea el mínimo y que todas las voces hayan sido escuchadas, analizadas y que las determinaciones sean coherentes para no sentir la comunidad educativa, una vez más, que la incertidumbre es nuestra compañera de viaje ineludible y que todo vuelve a recaer en el «buen hacer» de quienes no tienen capacidad de decisión pero sí de ejecución diaria. Queremos volver, queremos la presencialidad, pero sin olvidar que nos hayamos ante una pandemia mundial que requiere de medidas excepcionales.
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