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Son tiempos, los que estamos viviendo, de gran incertidumbre. No saber lo que sucederá en unos meses o en unos años es muy inquietante y ... nos impregna de un estado de ánimo excitado, confuso y difícil de sobrellevar, en el que las dudas envuelven nuestras decisiones. Ya no sabemos ni cuando comprar un coche como dice un reciente estudio, ni tampoco cuando tener un hijo, lo que es peor, mucho peor. En esa duda alcanzan las mujeres fácilmente los cuarenta años con maridos o compañeros también de edad respetable. Les vemos muchas veces pasear a su retoño en ese periodo de maternidad/paternidad reciente tal abuelos como oro en paño llevando un tesoro, que lo es, con esa precaución y cariño tan encomiable y excesiva si se puede decir así.
Hoy, las mujeres españolas son con diferencia entre las europeas, si exceptuamos a las de Malta, las que menos hijos traen al mundo con una ratio de 1,2 hijos por mujer. Mientras, nuestros vecinos del norte: suecos, daneses, noruegos y alemanes, se mueven en porcentajes de 1,6 / 1,7 hijos por mujer, cuando sabemos que son fríos como témpanos y, aunque es cierto que siempre fueron más calculadores que nosotros, hemos pasado en veinte años de ser los más prolíficos y bullidores a no saber qué hacer y estas son las consecuencias. Algo pasa.
Ya tenemos aulas de Primaria vacías y lo que es peor: un horizonte en lontananza de jubilaciones masivas sin recambio. Nos agotamos con predicciones sobre nuevas tecnologías o sobre fuentes de energía o sobre cambio climático en agendas y apuestas 20-30 ó 20-50 previsoras y no tenemos resuelto el acoso eficiente de nuevas generaciones indispensable para el progreso, para el emprendimiento, para la estabilidad y para la confección de un mundo deseable y feliz en el que se pueda vivir y envejecer a gusto... y para el sostén de las jubilaciones, leñe.
El aburrimiento nació un día de la monotonía como defiende una conocida fábula y un mundo sin niños, además de no tener futuro, es un mundo tristón que no queremos. Cada hierba se conoce por su semilla (Dante, 'Divina Comedia') y a este paso difícilmente vamos a construir un país reconocible, tradicional y pujante con problemas enormes sin resolver en lo político, en lo económico o en lo social que nos provoca incertidumbre y desasosiego mientras la vida huye y no se detiene ni un instante en este libro abierto y sin escribir del futuro. Y aunque es verdad que no hay mayor dolor que acordarse en la miseria del tiempo anterior feliz y sabemos que no hay diligencia ni sabiduría humanas que se pueda prevenir, hagamos lo imposible para reconducirlo aún desde la incertidumbre, porque algunas cosas sí las sabemos y no nos gustan nada.
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