Incertidumbre veraniega
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Apoyemos el turismo, pero también en mayor medida a otros sectores que reduzcan las dudas en torno al medio plazoPese a algunos signos de cambio, este verano está siendo, al menos desde la óptica económica, un tanto atípico. Aunque la mayoría de los indicadores ... de actividad están dando muestras de un crecimiento muy potente, sucede que la recuperación se está produciendo en un contexto de mucha mayor incertidumbre de la que podíamos haber pensado sólo hace dos o tres meses atrás.
Creíamos entonces, y a mí me parecía que con razón, que la vacunación masiva iba a mejorar la situación económica sustancialmente, sobre todo en lo relacionado con el turismo, la hostelería y los desplazamientos. Ahora resulta que con la variante delta del coronavirus y con la irresponsabilidad manifiesta de una parte importante de los jóvenes (en algunos casos alentados por sus mayores), corremos serio peligro de volver a la casilla de salida y de que muchas de las actividades de ocio tengan que verse mermadas o suprimidas. Si vivimos del turismo y de todo lo que se mueve en torno a él, ¿por qué somos tan inconscientes y, en la actual desescalada, queremos ir más deprisa de lo que podemos permitirnos? ¿Es tan difícil aguantar un poco más las ganas de juerga si ello favorece el bien común? ¿Estamos construyendo, hemos construido, una sociedad de jóvenes (y no tan jóvenes) tan egoístas e irresponsables en la que lo único que importa soy yo y el que venga detrás que arree?
Con todas las salvedades que se quiera, y con todo el mérito que tienen aquellos que han luchado y luchan en primera línea por hacer que las cosas vayan mejor para todos, mi respuesta a las preguntas anteriores es, en líneas generales, que sí, que nos preocupamos mucho por nosotros mismos y poco, o muy poco, por los demás. Eso de que si tuviera ochenta años me inquietaría mucho por la covid-19 pero, como tengo veinte, no me inquieta lo más mínimo, me parece de un egoísmo extremo, egoísmo que, amén de efectos en la salud, los tiene ya en la economía.
Por eso, como creo que un cambio de actitud (ser responsables y empáticos) es harto difícil que se produzca, considero que, al menos en la vertiente económica, la única salida en la que de verdad deberíamos trabajar para asentar la recuperación y poner las bases del crecimiento futuro es la que se refiere a la modificación del tejido productivo, de forma que, entre otras cosas y paulatinamente, dependiéramos menos del turismo y actividades conexas.
En dos informes comentados en su día en esta misma sección (el de España 2050 y el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia) se habla con profusión acerca del tipo de transformaciones que debería experimentar nuestra economía para conseguir los objetivos antes mencionados y hacer de la nuestra, en definitiva, una economía más competitiva y resiliente. En ambos documentos se destaca, cómo no, el papel del sector turístico, pero también se subraya que su sobredimensionamiento constituye un lastre para nuestro desarrollo. Por eso, y mejorando en el mismo todo lo que se pueda mejorar (desde la oferta de actividades culturales y recreativas hasta la formación del personal, pasando por la dotación de servicios, etc., etc.), opino que el foco de nuestro esfuerzo debería centrarse en potenciar sectores y actividades mucho más productivos que el turismo y, sobre todo, menos dependientes de avatares ajenos a nuestras posibilidades de maniobra, tales como conflictos bélicos y/o migratorios, o, como sucede en la actualidad, pandemias.
Aun cuando la incertidumbre es un elemento consustancial a nuestras vidas y al quehacer económico y, por lo tanto, difícil si no imposible de eliminar, sí que se puede trabajar por reducir sus perversos efectos lo más posible. Y una forma de hacerlo es que nuestra estructura productiva no dependa tanto de circunstancias como las antes mencionadas. Esto es lo que sucede con economías más desarrolladas que la nuestra como, por ejemplo, la alemana o la estadounidense. Si ambos países han resistido mejor los embates de la pandemia (lo mismo que los de la crisis de 2008) y, en promedio, se están recuperando con más solidez que España es, precisamente, porque cuentan con una estructura sectorial más equilibrada, productiva y competitiva. Poner demasiados huevos en la misma cesta, más aún cuando ésta resulta bastante endeble, nunca ha sido bueno. Apoyemos el turismo, sí, pero también, incluso en mayor medida, a otros sectores; así reduciríamos la incertidumbre y sus efectos negativos tanto a corto como a medio y largo plazo.
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Ana del Castillo
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