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Recomendación sonora para acompañar la lectura: 'El costo de la vida', de Juan Luis Guerra.
Estrenamos otoño. Habitualmente el marrón lo tiñe todo en esta estación, pero nos la vienen pintando de negro desde hace unos meses. Los profetas y gurús nos han ido avisando ... de la oscuridad que se avecina a la vuelta del calendario. Que si la inflación por las nubes, que si la gasolina a precio de oro, que si la factura de la luz parece una cuenta en el Ritz, que si el tío Putin corta el gas, que los tipos de interés escalan a toda prisa…
Esto parece una canción del gran Juan Luis Guerra, pero poca broma. Con tantos palos en la rueda a uno le entran ganas de interrumpir el viaje. O más bien de cambiar el rumbo, de virar ciento ochenta grados e instalarse en la más perdida de las aldeas (a poder ser sin internet) y trabajar la utopía del autoabastecimiento.
Supongo que estos profetas son los mismos que no vieron venir la magnitud de la pandemia o la anterior crisis económica. Al menos eso quiero pensar. Quiero creer que se equivocan y que todos vamos a tener un otoño de chimenea y libro en mano. Una calma chicha que no haga zozobrar la nave. Una travesía sin grandes sobresaltos –más allá de alguna tormenta puntual al otro lado del cristal– que nos deposite en el próximo puerto: el invierno.
Este verano del retorno nos ha visto apurando cada trago de vida y de vino como si fueran los últimos. Había ganas de bailar, y se ha bailado hasta el amanecer. Eso no nos lo quita nadie. La pandemia es algo que todavía divisamos por el retrovisor, por ello aceleramos a tope. Venimos de la oscuridad y nos amenazan con más negrura. «Se avecina un túnel largo, sinuoso y en el que no hay luz», dicen. No sabemos cómo sacudirnos la negatividad que orbita a nuestro alrededor. Por eso nos hemos dedicado a vivir intensamente, entendiendo esto cada uno a su manera. Pero todos a una.
Es un periodo precioso de transición entre el calor y el frío. Entre el jolgorio y el recogimiento. No nos toquen el otoño. No nos marchiten.
Porque en otoño las hojas caen, pero no mueren. Esperan a que el azote del viento les haga bailar. Y nosotros también queremos seguir bailando.
Desde aquí mi deseo sincero de una feliz travesía por la estación de oro. Y contra los agoreros, como se afirma en el clásico 'El gran Gatsby' de F. Scott Fitzgerald: «No te angusties, la vida vuelve a empezar con el otoño».
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