El PIB, ¿un indicador económico en apuros ?
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Poco a poco se puede ir puliendo hasta dar con otro más representativo, pero hoy sigue siéndolo por excelenciaEn 1937 el economista Simon Kuznets introdujo el PIB como herramienta para medir la producción económica de Estados Unidos. Desde entonces, su uso se ha generalizado tanto que, hoy, sigue siendo el indicador económico más relevante y más ampliamente utilizado; es, además, el indicador que ... se toma como referencia básica a la hora de efectuar comparaciones económicas internacionales.
Pese a ello, es cierto también que este indicador ha sido objeto de múltiples críticas procedentes de diversos frentes. Como ejemplo de honradez intelectual, las primeras críticas surgieron del propio Kuznets, que fue muy consciente de su simplicidad y limitaciones. Con posterioridad, otros muchos economistas y organizaciones han criticado y siguen criticando la validez del PIB como instrumento para medir el grado de bienestar y/o progreso económico de una sociedad. Entre los primeros, y ya en 1959, cabe mencionar la figura señera de Moses Abramovitz, mientras que, entre las segundas, destacan sobre todo la OCDE y la ONU. El resultado del trabajo de la OCDE al respecto, heredero del de la conocida como Comisión Stiglitz-Sen-Fittousi, se publicó en 2019 y alerta sobre todo de las carencias del PIB (no refleja la calidad de los bienes y servicios producidos) para reflejar los avances socioeconómicos de los países. Más recientemente, la ONU, a través de su Consejo Consultivo de Asuntos Económicos y Sociales, ha puesto de relieve la necesidad de utilizar indicadores que, sin desecharlo, vayan más allá del PIB.
El Consejo citado ha elaborado recientemente un informe en el que, entre otras cosas y para lograr una mejor representación de la realidad socioeconómica de los países, aboga por complementar el PIB con cuatro indicadores adicionales, de índole muy variopinta.
Puesto que tanto como el tamaño de la tarta cuenta cómo esta se reparte, el primero de estos indicadores adicionales presta atención a la situación del mercado de trabajo. El indicador propuesto por el Consejo es el resultado de multiplicar el salario mediano por la tasa de ocupación. ¿Por qué? Porque se considera que el salario mediano es mucho más representativo que el salario medio y la tasa de ocupación es un buen indicador de qué parte de la población está realmente ocupada y percibiendo una remuneración concreta por su trabajo.
El segundo indicador que proponen como complemento del PIB, el porcentaje de población que puede acceder a una dieta nutritiva, puede ser poco útil en el caso de los países desarrollados, pero no cabe ninguna duda de que lo es, y mucho, en el de los demás países, sobre todo en una situación como la actual de potenciales hambrunas por causa de la guerra en Ucrania. Para el caso de los países más avanzados, sin embargo, podría sustituirse, creo, por la tasa de pobreza, que ha crecido mucho desde el inicio de la pandemia y que amenaza con crecer más por la inflación desbocada.
Si los dos indicadores mencionados tratan de reflejar de alguna forma la distribución de la renta entre los distintos estratos de la sociedad, el tercero de los propuestos por el Consejo hace referencia a cómo se distribuye el tiempo: qué parte se dedica a trabajo remunerado, qué parte se ocupa en trabajos no remunerados (sobre todo entre las mujeres) y qué parte se destina a ocio y relaciones sociales.
Por último, y teniendo en cuenta que tanto como la cantidad producida cuenta como es producida, es decir, en qué medida contribuye a mejorar o deteriorar el medio ambiente, se propone complementar el PIB con un indicador de emisiones de dióxido de carbono per cápita que, aunque no capta todos los efectos medioambientales derivados del crecimiento económico, sí que permite hacerse una idea bastante precisa de los mismos.
Naturalmente, el catálogo de indicadores complementarios al PIB podría ampliarse, aunque ello acrecentaría la dificultad de su cálculo y la complejidad de su interpretación. Para facilitar esta última, quizás fuera de utilidad la elaboración de un indicador compuesto, terreno en el que, seguro, la ONU ya está trabajando. La dificultad en este asunto estriba, como con todos los indicadores compuestos, en la ponderación o importancia que se otorgue a cada uno de los indicadores parciales y en qué fórmula combina mejor todos ellos. No es fácil pero, poco a poco, se puede ir puliendo hasta dar con el indicador más representativo. Mientras tanto, y probablemente durante mucho tiempo, el PIB seguirá siendo el indicador económico por excelencia.
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