Indiferencia e insolidaridad
La tierra dormida ·
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La tierra dormida ·
El virus ha aflorado la irresponsabilidad de quienes, por su propio miedo, siembran el temorEl estado de alarma ha dejado al descubierto diversos perfiles, algunos afables, y otros ruines. Las contradictorias informaciones de los gobiernos, en estos 400 ... días del 'año covid', la tibieza de algunas decisiones, la inseguridad de quienes deberían trasmitir seguridad han provocado desconcierto, cansancio y hastío, llevando a muchos ciudadanos a desarrollar el tremendo sentimiento de la indiferencia. Es un error dejar que, impasiblemente, discurran sucesos y situaciones contradictorias que nos afectan, que en otro momento nos indignarían, y que quedan ahora anuladas por la abulia. Y no hay nada peor en la vida que las cosas den exactamente igual. La indiferencia es un arma que mata ilusiones y alumbra hastío, aunque también sirve de coraza para conseguir que reboten las decepciones diarias. Es cierto que puede ser cómoda en algunos momentos, pero, se ha de tener cuidado porque, a través de ella, también se puede inocular la mentira, la perpetración, en definitiva, la manipulación, además, de conseguir que las personas sean, políticamente, manejadas más fácilmente. El antídoto es la información, la opinión y el activismo social. El infausto virus ha aflorado también el egoísmo, la insolidaridad y la irresponsabilidad, la de, por ejemplo, siembran el temor –por su propio miedo– inyectando desconfianza sobre la efectividad o el riesgo de las vacunas, más insensato aún si proviene del ámbito de la sanidad y de la protección a los mayores. La vacunación es un medio profiláctico, pero también un acto solidario, porque cada uno de nosotros somos un eslabón de la cadena con la que se vencerá esta peste.
En España, no es obligatorio sanar o enfermar –sin embargo sí lo es autoprotegerse con un cinturón de seguridad–, uno lo hace si le viene en gana. Ni siquiera se puede obligar, legalmente, a quienes están continuamente en contacto con el virus o quienes, a diario, están junto a personas de riesgo. Produce rubor ver cómo se desgañitan los sanitarios para convencernos de que las vacunas pueden salvar nuestras vidas y las del resto. Es más irresponsable aún si tenemos conocimiento de las consecuencias que, no hacerlo, puede acarrearle al prójimo, o de quienes han visto morir a decenas de personas. El «que se vacunen otros antes, que yo voy viendo», es el lema de quienes piensan que cómo mejor se progresa es 'a cuchus', en los hombros de los demás. Para salir de esta pandemia es imprescindible la empatía. Sin intención de catequizar, permítanme reproducir un tuit que he leído hace unos días. Lo firma la doctora Elena Casado Pineda, medico anestesiólogo de Valencia: «El día que tengáis que poner un tubo de drenaje por tercera vez a un paciente que hace neumotórax espontáneo, como secuela del estado de su pulmón postcovid, igual entenderéis porqué nos cabrea la irresponsabilidad de alguna gente y de algunos políticos».
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Ana del Castillo
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