De las fotografías de Alberto García-Alix se dice que son prácticamente un autorretrato. Y ¿qué artista no se retrata a si mismo? Crear es mostrar tu yo más profundo. En este caso, a través de la serie basada en el Museo del Prado que ... presenta ahora en las Naves de Gamazo de Santander, él ha encontrado, quizás su autorretrato más fiel. Aquel que le ha hecho bucear en su infancia y en la primera impresión que le dejaron los cuadros durante las jornadas en las que su madre, historiadora, les aleccionaba a él y sus hermanos por las salas del museo. De ahí que, atendiendo a la invitación de los Amigos del Prado de venir al museo a inspirarse, se topara con muchos retratos casi familiares. Al entrar en la primera sala ya le esperaban Felipe II y sus dos hijas, personajes a cuya intimidad había accedido leyendo lo más privado, la correspondencia epistolar que el monarca mantuvo con las infantas. Una carta puede decir mucho más de una persona que su efigie pintada con capas de convenciones, tal y como requería el retrato cortesano de entonces. Seguro que el eco de las palabras de su madre ahondó aún más en la poderosa impresión que el fotógrafo confesó recibir ese día.
Y, así, disparo tras disparo, fueron surgiendo la serie de imágenes reunidas en 'Fantasías en el Prado', reinterpretaciones, en una sola instantánea, de cuadros que atrapaban la mirada cultivada del fotógrafo. Un pañuelo al desgaire, lo dice todo del regio estatus.
El pintor Manuel Saez, sin embargo, entra en los museos de arte contemporáneo y prefiere mirar por la ventana. Poco le convence ya lo que ve dentro. El exterior es lo que le intriga y le incita a fotografiar. De esas impresiones extrae su autorretrato, o más bien, su relato. Mira al Louvre desde el ojo de buey del Museo de Artes Decorativas de París y presta atención a la silla vitra donde el bedel se ha dejado una carta. Un tren cremallera conduce a un edificio de Herzog y De Meuron a las afuera de Zúrich. El dibujo del artista se detiene en los mandos de la máquina y enmarca el paisaje de bosque que se ve a través del vidrio. En la nueva técnica que emplea salta de la foto en color a la grisalla, de la realidad del otro lado del ventanal a la evocación intemporal del papel, no en vano considera que «el color puede ser un estado mental».
Ventanas a la realidad y espejos que la reproduce, es lo que en el renacimiento se consideraba un cuadro. Las de Manuel Saez nos invitan a ir más allá, algunas desde la lejanía otras semi veladas por cortinas. Al igual que en un viaje en tren intentas retener el exterior que se despliega delate de tus ojos a gran velocidad, sus nuevas obras nos requieren un lapso de contemplación.
Ambos artistas esperan al revelado para descubrir si hay algún cadáver (como el personaje de Antonioni en Blow up que el pintor cita en el texto '30 segundos'). Para uno, la foto es el archivo sobre el que descubrir el cuerpo que de pie a una historia; para el otro el cuarto oscuro revela lo que la mirada de la mete y el ojo han sido capaces de componer.
Arquitectos artífices de modernos museos también han previsto análogas situaciones e incorporan el paisaje exterior al 'cubo blanco' a través de grandes vanos. Así lo ha hecho Renzo Piano tanto en el Whitney de Nueva York como en el Centro Botín de Santander.
Si no nos gusta lo que vemos dentro, siempre podremos abstraernos con la contemplación de los barcos que transitan por el Hudson o la Bahía, en una evocación silenciosa de 'E la Nave va' felliniana.
Ya sea dentro o sea fuera, por fortuna siempre nos aguarda un infinito festín visual.
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