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Siento un escalofrío al pensar en lo que pudo sentir un antepasado inmortalizado en un daguerrotipo ¿Creía que había conseguido vencer al olvido? Con el nacimiento de la fotografía proliferaron los establecimientos encargados de retratar a una burguesía cada vez más ávida de perpetuarse para, ... por fin, también ellos, alcanzar la fama póstuma como antes lo habían hecho príncipes y nobles gracias al retrato al óleo.
Dos fotógrafas, Marie Høeg y Bolette Berg, a finales del XIX tenían un estudio profesional en el que además de retratos, plasmaban paisajes en tarjetas postales y reproducían obras de pintoras contemporáneas noruegas. Ellas, en privado, se disfrazaban para subvertir los roles de género. El reflejo del espejo que sostenían para autorretratarse proyectaba la imagen de cómo se veían o sentían. Ambas artistas han pasado por Santander 'Como un torbellino' al igual que reza el título de la exposición que les ha dedicado el Casic. Es cierto, fueron innovadoras en sus planteamientos políticos, feministas y reivindicativos.
También se enmascara el artista peruano Christian Fuchs travestido en antepasados familiares. De él comenta Jacobo Fitz-James Stuart: «Se crió en una casa en Lima llena de retratos y relatos del pasado y fue en este anfiteatro de ancestros donde Fuchs rehízo su hogar simbólico, desplegando un amor sincero y un esfuerzo obsesivo por recuperar y comprender su historia familiar».
La acción performativa del artista se inicia con una investigación minuciosa sobre sus antecesores, de los que a continuación se apropia en un ritual que conlleva entender sus gustos y actuar como ellos lo habrían hecho. Una vez invocados, confecciona trajes de sedas y brocados adornados con alhajas, muchas genuinas, que concluyen en una galería de autofotografías, como contemplamos con estupor en Espacio Valverde de Madrid. Todo un ejercicio de reinvención-apropiación.
El artista se camufla o evidencia a través del autorretrato; a elegir.
En el pasado, los primeros pintores con conciencia de creadores posaban con sus atuendos más elegantes. Espejo en mano, ellos mismos eran sus mejores modelos y se gustaban.
En el Museo del Prado tenemos un puñado de magníficos ejemplos: un anciano Tiziano de negro profundo sosteniendo la herramienta de su oficio, el pincel, reivindica una profesión que pertenece al mundo de las ideas y que no es, en ningún caso, una artesanía. Él se ha aventurado a ilustrar las historias escritas por los poetas griegos. Así ha dado vida a Venus y Adonis, interpretando el relato de Ovidio en las Metamorfosis, justo antes de que su alocado amor torne en tragedia.
Un joven y engalanado Durero enfunda sus nobles manos en unos guantes de cabritilla, seguramente perfumados con ámbar. Velázquez no puede dejarnos más intrigados posando frente al espectador y ocultando una obra maestra dentro de otra; o el admirado Rubens que se autorretrata en un extremo del enorme lienzo, La adoración de los magos, repintando veinte años después la monumental escena, para incluirse con orgullo al portar una emblemática cadena dorada que simboliza la posición conseguida.
En la decimonónica centuria, con las primeras fotografías, se produce la emancipación de una pintura cansada de ser el vehículo de representación de la realidad. Con esta libertad conquistada el arte de la pintura se tornará más arriesgado, alejándose del yugo de la 'copia'. El artista ya no reproduce, interpreta, sin necesitar un espejo para perpetuarse. La nueva técnica deslumbró al mundo, ¿por fin podía atrapar el tiempo? ¡Qué vanidad!
En la película 'Godland' es el joven pastor quien se adentra en la inhóspita Islandia para evangelizar almas perdidas. Pero se pierde a sí mismo al asistir a lo sublime del paisaje y a lo tormentoso del temperamento humano. Ha intentado retener la dualidad belleza y horror en unas placas de vidrio. Sin embargo, la fotografía, como la vida, es frágil y resquebradiza y solo puede devolvernos, a través de un espejo moteado por las manchas de azogue, el tímido reflejo de biografías pasadas que, con suerte, podemos tratar de imitar, por qué no como Fuchs, travistiéndonos en otros.
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