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l Banco Central Europeo (BCE), señala: «en una economía de mercado los precios de los bienes y de los servicios están sujetos a cambios. Algunos ... aumentan y otros disminuyen. Existe inflación cuando se produce un aumento general de los precios, no solo de artículos individuales, que da como resultado que por cada euro puedan adquirirse hoy menos bienes y servicios que ayer». Por otro lado, entre las consecuencias que puede traer la inflación a la economía de un país está la depreciación del valor de su moneda, la reducción de las inversiones y, al menos en teoría, la subida de los salarios al adecuarse estos al nivel de precios.
En la economía influyen por ello un montón de factores. Uno de los principales, que es el que nos ocupa en este caso y que nos afecta muy directamente es la inflación. La inflación también se define como el desequilibrio existente entre la producción y la demanda, y por otro lado y como ya he expuesto, aunque las distintas divisas están reconocidas por los bancos centrales de cada país, su valor cambia. Cuando su valor difiere respecto a otras divisas, los productos se pueden encarecer o abaratar. Esto se debe a que, en una economía global, los costes afrontados en otra parte del mundo pueden ser mayores. Las empresas mantienen su margen y actualizan el precio de sus productos, repercutiendo el sobrecoste en los consumidores.
La inflación interanual no suele ser demasiado notoria, a excepción de conflictos bélicos u otro tipo de circunstancias, las cuales no podemos obviar han confluido en el mismo momento, de ahí los niveles de inflación que estamos sufriendo. Esto se debe a que cuando entran en juego países productores y consumidores, y como en este caso, la línea que les une se ve afectada o rota, genera una brecha.
Entroncando ya con los problemas existentes en nuestro país, tenemos dos que creo se pueden catalogar como principales. El primero son los impuestos. A pesar de que la evolución económica española ha sido la más débil de la OCDE, la colección de subidas de impuestos durante 2020 y 2021 ha sido notable. Los españoles hemos sufrido subidas de IRPF, ahorro, IVA, Patrimonio, Sociedades y cotizaciones sociales, primas de seguros, impuesto de matriculación y, además, hemos visto cómo se aprobaban la tasa Google, la tasa Tobin, y el impuesto a los plásticos de un solo uso. Lo que nos exige buscar un mayor equilibrio fiscal dadas las circunstancias.
Por otro lado, hay un segundo problema que no hay que desdeñar, y no es otro que las cuentas públicas. En estas la inflación actúa de dos maneras, por un lado, aumenta la recaudación impositiva, ya que en España no se deflactan los impuestos, a mayor inflación mayor recaudación, y por otro lado se reduce el valor de las deudas, que se han incrementado sobremanera en los últimos años, por ello el sector publico resulta el gran beneficiado por la inflación, hasta que toque aumentar la factura por pensiones en el 2023.
A la contra, resulta que un elemento crucial para frenar la inflación es reducir el gasto público desbocado. El nivel del gasto público aún está un 20% por encima de lo que veíamos antes de la crisis y esto es un fenómeno inflacionista de manual. Y, por otro lado, no hay que olvidar que este país necesita mucha más flexibilidad burocrática. En un mundo en el que las cadenas de valor se están relocalizando y en el que muchos suministros escasean, es necesario que las empresas nacionales puedan modificar su actividad y su estructura organizativa para adaptarse al nuevo contexto. Eso exige una simplificación normativa sin precedentes y una ruptura de todos esos elementos que constriñen nuestras empresas y las hacen muy poco competitivas.
Los anteriores son, a mi juicio, dos de los muchos elementos que necesitamos para poder normalizar la situación de los precios en un período de tiempo relativamente corto. Por supuesto que tenemos pendientes reformas estructurales de calado, como la del mercado energético, pero ninguna de ellas va a solucionar los problemas a corto plazo, ni muchos de los asuntos que ponen en riesgo la supervivencia empresarial y la capacidad adquisitiva de las familias españolas.
España ha ido retrasando medidas necesarias para su economía durante años. Ahora debemos asumir todos nuestro rol en esta importante partida o, por el contrario, pronto volveremos a ser parte del problema y no de la solución en Europa, ya que la crisis social empieza a asomar y, por otro lado, ya se vislumbra una nueva crisis financiera, con los problemas de nuestras empresas para afrontar el aumento del endeudamiento provocado por la pandemia y las obligaciones financieras asumidas por ellos, ya que nadie acertó (con los factores añadidos que han ido surgiendo), que los plazos reales de recuperación iban a alargarse tanto.
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Ana del Castillo
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