La inflación se enquista
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Si las politicas económicas aplicadas no lo impiden, los precios van a seguir su propia dinamicaQuién nos lo iba a decir siquiera hace un año! Por aquellas fechas, y con la pandemia a punto de ser controlada gracias a la ... vacunación masiva, las expectativas económicas para 2022 parecían bastante halagüeñas: se auguraba que la economía mantendría elevados ritmos de actividad, el empleo crecería de forma muy satisfactoria, y los precios seguirían bajo control. Por desgracia, la primera de estas expectativas se ha desvanecido hace tiempo; incluso, ya es palpable, hay síntomas de una recesión en ciernes; la segunda, por el contrario, se sigue manteniendo, aunque con claros signos que apuntan a un cambio de tendencia; y la tercera no sólo se ha evaporado completamente sino que, además, todo apunta a que, si las políticas económicas aplicadas no lo impiden, los precios van a seguir, durante un periodo de tiempo que no parece que vaya a ser corto, su propia dinámica.
Inicialmente, la inflación fue causada, sobre todo, por la confluencia de tres factores: la ruptura de las cadenas de suministro, la guerra en Ucrania y el consiguiente encarecimiento de los productos energéticos y materias primas, y las presiones no atendidas de una demanda notable. Por si estos problemas fueran poco por sí mismos, internamente hemos añadido un cuarto factor: los temidos efectos de segunda ronda.
En efecto, de acuerdo con el IPC del mes de julio, tres son los aspectos que hay que destacar en su evolución: el primero, que la inflación anual alcanzó el 10,8%, la tasa más elevada de, al menos, los últimos treinta y ocho años; el segundo, tan preocupante o más que el primero, que la inflación se generalizó a todos los grupos de bienes y servicios Ecoicop (European Classification of Individual Consumption by Purpose); y el tercero, que la inflación subyacente ha seguido en aumento hasta situarse en el 6,1%. Estos dos últimos aspectos son los que a mi juicio evidencian que, aunque los costes energéticos sigan siendo un factor inflacionista de primera magnitud, son determinantes internos los que aceleran la inflación; son los efectos de segunda ronda los que han tomado el relevo en el empuje alcista de los precios en nuestro país.
¿A qué se debe, entonces, esta deriva alcista de los precios internos? Pues, aparte del tirón de la demanda, que sigue siendo importante (pero no creo que sea decisivo), todo parece indicar que el aumento de precios debería explicarse por incrementos salariales y/o de márgenes empresariales. Si la primera explicación está descartada completamente, pues los incrementos salariales registrados en nuestro país (2,5%) están muy por debajo del aumento de los precios, no queda otra alternativa, al menos a mí eso me parece, que la segunda. ¿Han aumentado entonces los márgenes empresariales en respuesta al encarecimiento de costes energéticos, transporte y materias primas? El Banco de España, a través de su Central de Balances, se muestra cauto al respecto, pero apunta que, aunque en algunos casos (los más expuestos a la competencia) se hayan podido ver constreñidos, los márgenes empresariales se han mantenido a nivel agregado, lo cual sólo puede suceder, naturalmente, si muchos sectores los han recuperado con creces. La conclusión aquí es palmaria: si, como mantenía la semana pasada, una política de rentas sensata es ahora más necesaria que nunca para frenar las expectativas de alzas de precios y evitar que la inflación se enquiste, parece que el mayor esfuerzo debería venir del lado empresarial.
Precisando un poco más, ¿quiénes deberían ser los que contribuyeran en mayor medida? Aunque siempre es injusto generalizar, si prestamos atención a la evolución del IPC en los últimos doce meses, veremos que tres son, sobre todo, los grupos de bienes y servicios que están acelerando y anclando las presiones inflacionistas: alimentos y bebidas no alcohólicas, por un lado; vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles, por otro; y, finalmente, transporte. En justicia, parece que estos tres grupos son los que deberían hacer un mayor esfuerzo por desanclar las expectativas de inflación y conseguir, con el resto de medidas de política económica mencionadas la semana pasada, reconducir la situación, para que, en un plazo razonable, retornáramos a tasas de inflación en torno al objetivo del BCE. Que esto vaya a ser así, es, sin embargo, poco probable, al menos si tenemos en cuenta algunos discursos de altos responsables de empresa de los sectores mencionados. Defender lo indefendible no parece una solución al problema.
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Ana del Castillo
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