Secciones
Servicios
Destacamos
Acabo de descubrir que existen, al menos, treinta mil poetas que escriben en castellano. Al menos, porque los cálculos los está echando un espontáneo al que le dio por hacer una página web en la que recopilar a todos los autores vivos, y dado ... que faltamos algunos amigos y yo, media colección Los Juglares, King África y hasta mi vecina la del primero F, que alguna vez hizo sus pinitos, la nómina debe ser cuantiosamente más elevada. Vamos, que si usted no escribe, seguro que alguno de sus amigos o parientes sí que lo hace.
Lo curioso es que, cuando confrontamos esta cifra con los libros de poesía vendidos cada año, descubrimos que no tocamos ni a medio lector cada uno. Vamos, que ni el libro de cada uno nos compramos. Si se venden anualmente unos ciento ochenta millones de libros, ni el diez por ciento corresponde al género lírico. Las oscilaciones del gusto han decidido que, si el siglo XX fue el de la revolución poética y el experimentalismo, el XXI va a ser más bien prosaico. Tanto, que los pocos títulos que encuentren fortuna editorial van a ser algo más cercano a la cáscara que al meollo literario, versos de baja intensidad que se venden más por el éxito mediático del autor –sea cantautor rockero o 'influencer' de las redes, signifique eso lo que signifique–, con divorcio irreconciliable entre lo que bendice la crítica especializada, y los propios autores consagrados, y lo que el común de los mortales entiende por poesía, un concepto por el que nunca pasaron las vanguardias, que debían de caer demasiado atrás en el temario del instituto y, si llegaron a explicarse, no calaron demasiado en el personal.
Sin embargo, la afición por escribir versos parece que se ha multiplicado exponencialmente, y además, con el abaratamiento de la edición durante la última década, también la publicación de libros, en especial la autoedición en sus múltiples versiones, incluyendo la encubierta. Los anglosajones han acuñado para eso un término muy expresivo, 'vanity press'; y es que la edición digital ha propiciado que, si antes logran que un editor te publicara un libro era casi poner un pie en el parnaso, hoy día existan autores con una docena de títulos publicados, todos costeados por ellos mismo, y que se sienten tan importantes o más que el resto. Por que, a fin de cuentas, un libro es un libro, ¿no?
Lo que uno acaba preguntándose, viendo esta inflación de poetas, es: ¿A qué tanto escribir? ¿Es que no se está deforestando ya bastante el Amazonas? Será que yendo de poeta se liga más, porque si no no tiene sentido esta obsesión por sacar libros y más libros que no lee nadie o casi nadie, más allá del círculo íntimo al que periódicamente se atormenta, haciéndoles comprar cada nuevo poemario que uno produce. Como dijeron los futuristas con el desnudo en el arte, igual habría que hacer una moratoria, en este caso de poemarios. O hacer exámenes para conceder el título oficial de poeta, lo que sea más barato.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.