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Los ingeniosos hidalgos
ENIGMA CANTABRIA ·
Para que 'Cantabria' pudiera imponerse a 'La Montaña', se necesitaron casi dos siglos de reelaboración literaria y normalización en la comunicación socialSecciones
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ENIGMA CANTABRIA ·
Para que 'Cantabria' pudiera imponerse a 'La Montaña', se necesitaron casi dos siglos de reelaboración literaria y normalización en la comunicación socialAunque la ocasión constituyente de un Estado autonómico fuera propicia, no deja de sorprender la rapidez con que 'Cantabria' derrotó a 'La Montaña' y 'Santander' ... en torno a 1980. No hubiera sido posible esta 'Blitzkrieg' semiótica sin una larga elaboración previa de la nueva imaginación colectiva. Tampoco sin esa sensación emulativa que cundió por las provincias castellanas y llevó a León, Segovia o Logroño a pretender también el autogobierno.
Sin embargo, los montañeses siempre estuvieron orgullosos, durante siglos, de 'La Montaña', equivalente a hidalguía como Cervantes sugiere. En las guerras napoleónica y carlista, si bien se evoca la épica de la antigua Cantabria, el llamamiento directo siempre se hace a los 'montañeses'. Regionalistas de pro como José María de Pereda escriben 'Escenas montañesas', e incluso los republicanos federales de Antonio María Coll eligen el nombre 'La Voz Montañesa' para su combativo periódico. Las orgullosas exposiciones ganaderas son montañesas. El 'Himno' de Guerrero es a 'La Montaña'. Las rutas literarias de Cossío son de 'La Montaña'. Unamuno hablaba de la 'Nación Montañesa', evocando la expresión del perulero tudanco Pascual Fernández de Linares.
El lema en 1927 del periodista Maximiano García Venero, desde el periódico federal 'La Región', con el doctor Madrazo como líder de un 'Partido Provincialista', era 'Todo por la Montaña y para la Montaña'. En la Exposición Internacional de Barcelona, en diciembre de 1929, se celebraron las 'Jornadas Montañesas', gentilicio que predomina sobre 'Cantabria' en las crónicas. En 1934 nace como foco de erudición el Centro de Estudios 'Montañeses'. Y lo que celebramos en Cabezón de la Sal como 'Día de Cantabria' comenzó como 'Día de La Montaña'.
Todavía a finales del siglo XIX, una guía inglesa de viajes entendía por 'Cantabria' el recorrido entre San Sebastián y Covadonga. Y hemos visto en el artículo anterior que Picavea propuso una región de 'Cantabria' formada por Santander y Asturias, algo que repetirá García Venero. Aún en 1929, 'El Heraldo', al enumerar el origen de los madrileños no nacidos en la capital, señala Cantabria como la suma de Santander, Vizcaya y Guipúzcoa. Así se entendía también en la información meteorológica, con su habitual latiguillo 'Galicia y Cantabria'.
La secuencia: primero los castellanos arrebatan 'Cantabria' a los vascos y devuelven el corónimo (y sus connotaciones legendarias) a los montañeses; después, estos inician una reelaboración que conducirá a la descastellanización. El proceso dura dos siglos.
El nombre de Cantabria empieza por ser esencialmente épico-literario y luego va pasando a la vida cotidiana, generalizándose en diversas nomenclaturas. 'Cuarenta leguas por Cantabria' es título de Benito Pérez Galdós en 1876, con el canario acompañado e influido por Pereda (no tanto como para no observar que Potes era una villa típicamente leonesa). El escritor Amós de Escalante, nuestro Walter Scott, escribe la novela histórica 'Ave, Maris Stella' (subtítulo, 'Historia montañesa del siglo XVII'). Pereda en 'Nubes de estío', casi coincidiendo con el 'De Cantabria' coordinado por Enrique Menéndez Pelayo, apuesta por un regionalismo sentimental y tradicionalista. Marcelino Menéndez Pelayo se esfuerza en rescatar el nombre de 'Cantabria', pero unido a lo nacional-católico. 'El Correo Español' da cuenta en 1892 de unos discursos en el círculo carlista de Santander (presente un hijo de Pereda), donde se afirma que la división provincial liberal «hizo pedazos nuestra Cantabria», aunque se sigue hablando con toda naturalidad de 'La Montaña'.
Es decir, la recuperación de 'Cantabria' no se produjo contra 'La Montaña', ni había especial animadversión contra 'Santander'. Era más bien una reivindicación nostálgica de nuestros ingeniosos hidalgos catolicones, idealizadores del pasado, frente al acelerado cambio cultural liberal. En las cabeceras de prensa, por ejemplo, la cantabrización tiene lugar en determinados medios conservadores, como el maurista 'El Pueblo Cántabro' o su vástago 'La Voz de Cantabria'; o bien en medios republicanos federales, como 'La Voz Cántabra' o 'La Región Cántabra', minoría soñadora de una España desde abajo, que idealizaba un pasado no tan diferente del de los conservadores, de libertades originarias rousseaunianas.
El deporte influye igualmente en la normalización. En 1923 se crea la Federación Cántabra de Foot-Ball. Sin embargo, en 1919 se había fundado la Federación Bolística Montañesa. La extensión de lo cántabro llevará más tiempo.
En un centralismo extremo, nada permitía pensar en 1939 que 'La Montaña' o 'Santander' fueran a ser desbancados en cuatro décadas por su sinónimo cantabrista. Ello tuvo que ver, de nuevo, con apellidos hidalgos como Escalante, lo que nos llevará el próximo sábado al franquismo y la Transición como cantabrizantes.
Dejemos un apunte semántico. Ni 'La Montaña' ni 'Santander' eran corónimos indisputablemente precisos para la provincia. Hay una parte del territorio que solo por sinécdoque tradicional admite el calificativo de 'montañés'. En cuanto a 'Santander', su connotación urbana apenas facilitaba aplicarlo al mundo rural, de ahí el uso masivo de 'montañés' y de los gentilicios comarcales: lebaniego, pasiego, cabuérnigo, trasmerano, campurriano...
Es decir, existía cierto desajuste porque ni todo lo montañés era montañoso, aunque lo fuese por cordial, universal y milenaria metonimia geo-poética, ni toda la provincia era realmente 'santanderina', pese a la reciente metonimia administrativa. Por ello los intentos de denominar 'Cantabria' a la provincia en 1822, 1923 y 1964. 'Cantabria', finalmente, tuvo, en virtud de su elástico significado, la ventaja de ajustarse al nuevo ideal político. Irónico que etimológicamente Cantabria quizá signifique, después de todo, 'Montañistán'. Un corónimo céltico, gracias a su olvidada sinonimia transmutado en designador rígido de un nuevo objeto cultural, el ultraprovincialismo, se sobrepondrá así a un nombre propio románico transparentemente común, 'Montaña', y también a la homonimia que los racionalistas josefinos, fernandinos e isabelinos habían establecido entre provincias y capitales; poco racional, si requería aclaraciones.
Los ingeniosos hidalgos acabaron uniendo leyendas románticas y economía expresiva, yugo necesario para convertir la vetusta Cantabria en bebé autonómico. No sé si la 'región cántabra' habrá suscitado tanta emoción hidalga como aquella 'nación montañesa' del indiano del siglo XVIII, ufano de que los vizcaínos quisieran emular su prosperidad... Si La Montaña era nación, ¿habrá bajado en el escalafón mientras le cambiábamos de nombre en el registro civil de la historia?
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