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David Larible, considerado el mejor clown del mundo, opina que para insultar a alguien no se le debe decir payaso sino político. «Eres un ... político» resulta más ofensivo que «eres un payaso». El genio italiano tiene en el inglés Chaplin, el español Charlie Rivel y el suizo Grock, los más grandes, la referencia y la inspiración para montar sus espectáculos, pero sus primeros maestros fueron dos santanderinos, los Hermanos Tonetti, en la época en la que su familia trabajaba en el Circo Atlas. Santander guarda memoria y homenaje a los Tonetti en forma de monumento a pie de suelo en El Sardinero, y Larible recuerda que tuvo claro a lo que quería dedicarse viendo actuar a diario a Pepe Villa, el augusto, y Nolo, el carablanca. La profesión de payaso es tan honorable y seria que «si a un político lo llamas payaso, en realidad a quien insultas es al payaso». Las comparaciones son incomprensibles a veces.
Seve Ballesteros, de cuyo fallecimiento se han cumplido diez años, tenía pocos amigos entre los políticos, y menos aún entre los de Cantabria, de los que nada esperaba. Naturalmente, no faltó ninguno al funeral de Pedreña en 2011 porque, ignorada en vida su figura universal, convenía asistir al espectáculo, a la farsa, a ver y a que los vieran. Llegaban destacadas personalidades de todos los estamentos sociales, la ceremonia se transmitía por las televisiones del mundo y ahí estaban los políticos, ante las cámaras, glosando lo que no conocieron ni valoraron. Una década más tarde seguimos igual. Ni un acto oficial ni una nota ni un recuerdo sino una declaración corta y apresurada, mientras los campos guardaban un respetuoso silencio y, en un video viral, la toma aérea mostraba imágenes de St. Andrews, la cuna del golf, y un mosaico en la arena: 'Seve, 10 years on'. Era Escocia, no Cantabria.
Aquí, en su tierra, lo previsto. Nada. Severiano Ballesteros era pedreñero, cántabro y español y le gustaba serlo, pero si hubiera nacido inglés, o escocés, aún se estaría conmemorando al mito deportivo. A Ballesteros se le utiliza hoy para que el presidente declare sin rubor en los programas televisivos que Seve y él «éramos como de la familia», casi hermanos, lo que es tan cierto como lo de que el puro del restaurante no era suyo. Ballesteros era tan meticuloso que, aún a riesgo de omisiones, dedicó un capítulo de su biografía a nombrar a quienes llamaba amigos. Revilla no está en esa lista. Seve trató a reyes, jefes de Estado, presidentes de Gobierno, actores y actrices de Hollywood, deportistas, escritores, periodistas y gente de todo tipo y condición, pero en su círculo de amistades verdaderas, en su grupo íntimo de charlas y confesiones, entrábamos muy pocos. Si hubieras sido inglés, Ballesteros.
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