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Desde el principio de la pandemia se conoce que, en los casos más graves, se produce una respuesta inflamatoria descontrolada del organismo, la llamada tormenta de citoquinas, que se asocia a la mayoría de los fallecimientos. Por eso, hace tiempo que se administra ... a los enfermos más graves medicamentos antiinflamatorios, y una de las terapias más prometedoras consistía en la administración de tocilizumab, un inhibidor de la interleuquina-6, una de las proteínas implicadas en esa tormenta.
En Estados Unidos han aplicado a un pequeño grupo de pacientes, hospitalizados con formas graves de la enfermedad, un fármaco que inhibe a otra de las proteínas implicadas en la tormenta de citoquinas, la BTK.
La tirosina quinasa de Bruton, de ahí la B, es una enzima descubierta en 1993, de la que todavía se sabe relativamente poco. Está relacionada con una enfermedad genética rara, y aún no se conoce bien su mecanismo de acción; aunque se sabe que tiene relación con el proceso de maduración de los linfocitos B y con los receptores de la citoquina.
El fármaco utilizado se llama acalabrutinib, y está aprobado para su uso en el tratamiento de algunos tipos de cáncer. Por el momento, sólo se ha suministrado a diecinueve personas con coronavirus, todos ellos estaban siendo tratados mediante ventilación mecánica y tenían niveles altos de proteínas inflamatorias como la IL-6, la CRP y la BTK.
Los resultados fueron buenos en general, a pesar de que la mortalidad en los pacientes más graves se elevó hasta el 50%. Con todo, los resultados de este ensayo, combinados con los de otro recientemente publicado en el que se observó que pacientes oncológicos que tomaban este medicamento no desarrollaban casos graves de covid-19, han llevado a la compañía farmacéutica Astra-Zeneca a planificar dos nuevos ensayos clínicos con 200 participantes.
A diferencia de los trabajos sobre la vacuna, los ensayos de medicamentos dan la impresión de ser como palos de ciego. El motivo es que la urgencia obliga a probar con medicamentos que ya están aprobados, para esquivar unos plazos que, en el caso de los medicamentos, son aún más extensos que con las vacunas. Esto no nos debe desanimar, ya que se van adquiriendo herramientas útiles, que permitirán controlar hasta cierto punto la evolución de la enfermedad mientras llega la vacuna.
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