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Las posibilidades de que Trump, a cien días de la elección, vuelva a ser presidente de los Estados Unidos han aumentado considerablemente. El muy visto atentando, que ha dado la vuelta al mundo, en la tarde de sábado 13 va a representar un empujón no ... despreciable en su camino hacia la Casa Blanca. El debate de hace semanas con el presidente Biden fue asimismo enormemente beneficioso para el aspirante republicano.
Los debates son parte esencial de la democracia estadounidense. Ya fueron famosos en la época los que en 1858 realizaron Lincoln y Douglas en las elecciones para el Senado de Illinois. Fueron seguidos por miles de personas hasta el punto de que dos años más tarde cuando los dos políticos se enfrentaron en la elección a Presidente del país fueron publicados en un libro que se vendió en seis de los estados. En todos ellos ganó Lincoln que obtendría la presidencia.
La llegada de la televisión en la década de 1950 acrecentó enormemente el interés de los debates. El que ha hecho historia, el primero, es el que enfrentó al vicepresidente republicano Nixon con el senador demócrata Kennedy. Transmitido por las tres cadenas, ABC, CBS y NBC, fue visto por 66 millones de personas y es creencia generalizada que resultó decisivo en la victoria de Kennedy, que apareció más relajado y seguro de sí mismo que su rival. Nixon daba la impresión de estar cansado, hosco y, según algunos, hasta las luces del estudio le hicieron una mala jugada con el maquillaje.
Aquel enfrentamiento y su incidencia en las urnas dejó la impresión de que los debates son con frecuenta más perdidos que ganados. Esta conclusión ha emergido de forma irrebatible en el de hace quince días entre Biden y Trump. El aspirante sin deslumbrar y salpicando sus intervenciones con sus habituales mentiras estaba templado, manejando bien su agresividad, a veces, mordaz. Biden, sin embargo, flotaba avejentado, vacilante, confuso a menudo.
Como es sabido, ello ha provocado que incluso dentro de sus filas demócratas no pocos manifiesten en público y bastantes más en privado que debe retirarse voluntariamente de la carrera porque su estado motriz y mental lo encamina a la derrota presidencial ante Trump, lo que además puede implicar que las dos cámaras pasen a manos republicanas. Hipótesis que aborrecen lógicamente los demócratas a los que comienza a repeler la obstinación de la esposa de Biden que se empeña en que no abandone. La tardanza, además, en hacerlo dificultará el papel del demócrata que habría de luchar frente a Trump.
Frente a la pretensión de continuar de Biden hay un hecho terco: horas antes del espectáculo televisivo Trump llevaba una ventaja del 1,5 % en los sondeos. Al día siguiente, se duplicaba.
Y lamentablemente para el campo demócrata, ha llegado el atentado que alguna teoría conspiratoria desaforada difundirá que es maná del cielo para Trump. (Sus partidarios argumentarán contrariamente que resulta sospechoso que un joven pudiera subirse con un rifle visible a un tejado relativamente cercano al descampado donde Trump daba el mitin sin que el servicio secreto detectara al criminal armado).
Se reproducirán las comidillas que siguieron al asesinato de Kennedy, paternidad y desarrollo que como el atentado de Atocha, pasados muchos años, no produce coincidencia de opiniones. Es evidente que el herido Trump, habiendo arriesgado su vida –la bala que hizo sangrar su oreja no lo mató por un centímetro y medio–, dio ostensibles muestras de coraje en esos momentos y tiene una foto que pronto será legendaria, como la del grupo izando la bandera en Iwo Jima, por su actitud de líder herido arengando a sus fieles debajo de la bandera de Estados Unidos.
¿Quiere esto decir que el lenguaraz Trump tiene las puertas abiertas de la presidencia? No del todo pero más que entreabiertas aunque en tres meses largos pueda ocurrir cualquier cosa.
No sólo se trata de la foto, su conducta y el hecho en sí –un político destacado que sufre un ignominioso atentado como Reagan o los Kennedy–, sino que hay otras indicaciones que apuntan que ahora tiene el viento a favor. Los americanos 'compran' una idea clave de Trump, la de que la emigración se desmadró con Biden. Hasta el punto de que los que opinan que hay que reducir la emigración alcanza ahora al 55 %, un porcentaje elevado para un país con simpatías tradicionales hacia la emigración, y también son mayoría (53 %) los que piensan que hay que ampliar el muro con México lo que es una primicia.
El pescado no está vendido hasta el 5 de noviembre. Pero los dirigentes europeos, incluso los numerosos que detestan al personaje, deben poder ya a sus gabinetes o tropecientos asesores, y no me gusta señalar, a pensar en lo que puede ocurrir si el inquietante Trump vuelve. Y deben también ser cautos a la hora de juzgarlo en público huyendo de comparaciones descorteses que pueden costar caras.
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