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El inquisidor y la sirena

La efeméride republicana de 2021 ha de servir como reflexión sobre nuestro déficit de liberalismo y nuestro superávit de exclusionismo

Sábado, 19 de diciembre 2020, 07:26

Por mucho que luciera el sol en su larga parábola entre crepúsculos, el verano de 1934 era más bien sombrío para Miguel de Unamuno. En los meses anteriores habían fallecido su hija Salomé, de sólo 37 años, madre de su nieto Miguel; su hermana ... Susana, monja; y su compañera de toda la vida, Concepción Lizárraga. Además, en septiembre cumplía 70 años y debía abandonar su cátedra y rectorado en Salamanca. De modo que, al llegar al santanderino Palacio de La Magdalena para disertar, ante auditorios entregados, sobre la figura literaria de Don Juan, un fuerte sentimiento de nostalgia se había apoderado de él. Así, para sorpresa del secretario de la naciente Universidad Internacional de Verano, el poeta Pedro Salinas, uno de sus primeros poemas se lo dedicó Unamuno a la exiliada reina consorte, Victoria Eugenia de Battenberg, «nuestra pobre Ena».

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