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Hace cinco años compré un coche nuevo e hice un seguro contra averías costosas, una vez que caducó la garantía. Cosas como el motor, la transmisión, la tracción, la suspensión, el sistema eléctrico... Ni que decir tiene que nada de lo incluido en el seguro ... ha fallado en estos años: total, cien por cien de ganancia para la compañía. Las cosas así, decidí no renovarlo. ¡Qué ocurrencia! Durante el último año mi ciudadela ha sido bombardeada semanalmente con cartas y llamadas, no solo de la primera aseguradora sino de otras compañías que misteriosamente habían accedido a mis datos. Aclararé que mi esposa y yo solo usamos el coche para ir de compras y muy poco más. No hemos llegado a recorrer 40.000 km en cinco años, o sea que la posibilidad de averías serias aparece como muy baja. No obstante, preocupado porque los próximos cinco años pudieran no ser tan venturosos, finalmente he accedido a establecer contrato con otra compañía que me ha ofrecido condiciones muy aceptables.
La primera sorpresa, tras la lectura de las letras más pequeñas de la letra pequeña, ha sido comprobar que esta aseguradora no está afiliada con ningún fabricante de coches. Al parecer, opera con independencia de todos ellos. ¿Estaría siendo víctima de una estafa? El agente que me ha vendido la póliza no era, desde luego, ningún aficionado; pero con esto de la pandemia las compañías han reducido sus plantillas, algún experto defenestrado ha podido ser contratado de saldo en una empresa fantasma montada por estafadores. Es posible que incluso esté operando de buena fe. Alarmado, he decidido hacer averiguaciones.
Para empezar caigo en la cuenta de que un descuento del 30% por pronto pago, en lugar de 48 cómodos plazos, suena demasiado bueno para ser cierto. Además, el agente prometió enviarme los detalles del contrato por internet; pero nunca lo ha hecho ¿Es posible que de algún modo haya traspasado mi pago con tarjeta a su propia cuenta, a espaldas de la empresa para la que ahora trabaja? Eso, en el caso de que no estén todos conchabados. He intentado hablar con él por teléfono, pero nunca me ha devuelto la llamada. Sin embargo, su extremadamente comprensiva secretaria me ha enviado un mensaje con los datos prometidos... Excepto uno fundamental, el número del contrato que debo utilizar en caso de sufrir una de las susodichas averías.
Cuando se lo hago notar, la paciente secretaria se apresura a explicarme que el número figurará en el contrato definitivo que recibiré por correo los próximos días. También he comprobado que mi pago con tarjeta ha sido acreditado a la aseguradora nominal, sin que los celosos administradores de la misma hayan recelado de la operación. Aunque a mi me quita el sueño la idea incrustada entre ceja y ceja de estar siendo víctima de una estafa, lo cierto es que la aseguradora parece tener cobertura legal, tiene personal, las secretarias reciben mis llamadas, aunque tarde responden a mis requerimientos... En resumen, que aunque por momentos me arrepiento de haber hecho la operación y albergo el temor de haberme precipitado al efectuar el pago de todas las cuotas de una sola vez, lo cierto es que de forma paradójica mi natural confiado puede estar jugándome una mala pasada y en vez de estar siendo víctima de una estafa esté siendo pasto de un ataque de paranoia senil, más o menos justificada pero a fin de cuentas inexistente. Aclaro a renglón seguido que no soy consciente de haber padecido esta dolencia con anterioridad. El desenlace, la próxima semana.
* * *
Durante la semana he intentado hablar de nuevo con la secretaria pero, en su lugar, se escucha un mensaje grabado informando de que todos sus agentes están ocupados y que deje mis datos para devolver la llamada. Dado que la experiencia me dice que el agente no devuelve las llamadas, renuncio a dejar los datos y decido esperar impaciente a que transcurra la semana.
La semana transcurre sin que llegue ninguna carta, pero cuando ya no la esperaba aparece en el buzón. La abro con disimulada ansiedad y, para mayor sorpresa, contiene toda la información que faltaba. No solo eso, me proporciona información detallada del procedimiento a seguir en caso de avería y tarjetas de diversos tamaños -llavero, cartera- con el teléfono de emergencia. Respiro hondo.
Dado el escaso kilometraje del coche y la perspectiva de que cada vez lo usemos menos, sigo confiando en que transcurran los cinco años sin necesidad de utilizar sus servicios. Mejor dicho, de no necesitar sus servicios habré comprobado algo que siempre sospeché.
Sería una estupidez arriesgarse a las consecuencias de una denuncia por incurrir en timo cuando la ganancia legal está prácticamente asegurada. Al menos esa ha sido la experiencia que he tenido en el trato con aseguradoras, a lo ancho de mi ya larga vida.
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