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Pablo Casado, en la abarrotada presentación de las candidaturas de Ruth Beitia y Gema Igual, alternó la sonrisa optimista y el gesto grave, consciente quizá de que el acto se situaba a medio camino entre la boda y el funeral, entre los que regresaban eufóricos ... al Santemar como a tierra reconquistada y los afligidos dirigentes que han aceptado seguir al mando, pero despojados de casi toda su autoridad. A unos y otros les pide Casado, en vísperas electorales, un esfuerzo por la integración bienintencionado pero poco verosímil.
Génova habría preferido resolver la designación de Ruth Beitia como candidata autonómica en una negociación discreta con la promesa de una salida digna para María José Sáenz de Buruaga hacia un retiro dorado en el Senado o en Europa. Pero finalmente el trámite se ha tenido que ejecutar 'manu militari', bajo el foco mediático, con ufanos ganadores y perdedores humillados. O sea, de la peor manera posible cuando el partido ha de afrontar unas elecciones en sus horas más bajas, bajo la amenaza de la primera derrota en dos décadas largas a manos del PRC de Revilla y sometido al asedio de Ciudadanos y de Vox.
Así que los llamamientos a la integración electoral provocan la risa floja de quienes los escuchan. Después de dos años de conflicto, de expedientes y de enfrentamientos judiciales, cuando los dirigentes de los dos bandos hace ya mucho que no se hablan, ni en el Parlamento, ni en los actos del partido, va ser muy difícil que ahora, a cuatro meses de las urnas, se pongan de acuerdo para organizar la campaña y, sobre todo, para armar las listas electorales, con tanta demanda y tan poca oferta en el mercado. Sin ir más lejos, en la candidatura autonómica sólo ocho o diez puestos de salida para otros tantos hombres y mujeres. Va a haber tiros hasta entre los afines, se malician dentro y fuera del PP.
La buena convivencia parece una quimera, ni siquiera la 'conllevancia' que Ortega y Gasset recomendaba para el irresoluble problema de Cataluña tiene buena pinta. Las vicisitudes de la crisis interna han cambiado radicalmente, lo único inalterable es que el partido sigue tan roto como antes y ahora toca una nueva batalla entre los que están dispuestos al asalto a bayoneta calada y los que se aprestan a defender el fuerte con los últimos cartuchos. Si la realidad tozuda obliga a cambiar la endeble bicefalia por un mando único, por ejemplo a través de una gestora, mejor temprano que tarde para los intereses del partido.
La estructura municipal del PP ha sido, como era de esperar, la que mejor ha soportado los embates del temporal. Alcaldes y dirigentes locales, en general, han sido los mejor dispuestos a superar la crisis después del turbulento congreso que enfrentó a Ignacio Diego y María José Sáenz de Buruaga y ahora estarán también disponibles en la nueva etapa. No ha habido en el ámbito municipal fugas de relieve hacia los partidos emergentes del centro-derecha, el paraguas del PP todavía les parece el más acogedor. La dirección regional tenía cerradas 70 candidaturas con casi todos los alcaldes en ejercicio, con una amplia renovación de números uno. Los 'dieguistas' depurados confían ahora en ser rehabilitados. Como la propia candidata autonómica, que tiene abierto un expediente, al igual que otros ocho diputados del Grupo, y como su primer asesor, Santiago Recio, que además llevó al partido a los tribunales.
Casado vino a Santander para ponderar en términos muy considerados la generosidad de María José Sáenz de Buruaga a la hora de encajar un golpe político demoledor y para arropar a las otras dos mujeres sobre las que recaen las principales responsabilidades de la suerte electoral del PP. En Santander, la única opción seria, la alcaldesa Gema Igual, obligada a remontar el importante desgaste de los dos últimos años para conservar la capital, la 'joya de la corona' de los populares donde además se ventila un tercio del voto regional. En la lista autonómica, la apuesta imaginativa de Ruth Beitia. Es posible que tantos años en la competición de élite le hayan aportado la presencia de ánimo que se necesita para asumir un desafío enorme. Más allá de su acreditada popularidad, Beitia y su equipo más cercano no pueden dejar de saber que tienen mucho trabajo y poco tiempo por delante para construir una candidatura razonablemente solvente que le permita afrontar la campaña.
La campeona olímpica tiene poca experiencia en el debate político y ninguna en la gestión, pero sus partidarios subrayan que primero se trata de pelear los votos y ya después tocará hablar del Gobierno. Cada día tiene su afán.
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