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¿Cuántas veces ha oído usted hablar acerca de la inteligencia artificial? Seguro que muchas, pero me temo que, al igual que yo, no tiene una idea muy precisa, quizás ni aproximada, de qué es, qué es lo que implica, o de cuáles son sus ... ventajas e inconvenientes. He de confesar que yo mismo, hasta hace unas pocas semanas, estaba en la misma situación, pese a estar rodeado por todas partes de artilugios que hacen uso permanente de la inteligencia artificial. No es que ahora sea un experto en la materia, ni mucho menos, pero gracias al Colegio de Economistas de Cantabria, que me invitó a moderar una mesa redonda sobre el tema, me documenté algo sobre el particular, y ya no soy un usuario de la misma completamente ignorante; al menos, no del todo.
¿Qué es, entonces, la inteligencia artificial? Pues, de las múltiples definiciones que uno puede encontrarse si acude a 'Mr. Google', hay dos que son las que más me gustan. De acuerdo con la primera, se trata de un sistema computacional que se utiliza para que las máquinas realicen trabajos que requieren la inteligencia humana; la segunda definición sostiene que ese sistema se utiliza para resolver problemas complejos que sobrepasan la capacidad del cerebro humano. Así entendida, la inteligencia artificial funciona a través de algoritmos, esto es, de conjuntos ordenados de operaciones sistemáticas (reglas de programación) para realizar cálculos. Lo curioso y llamativo de esto es que, mediante lo que se conoce como Machine Learning, las máquinas terminan aprendiendo de sí mismas, desarrollando algoritmos cada vez más complejos y sofisticados, hasta el punto de que ese aprendizaje se convierte en automático y permite llevar a cabo razonamientos no lineales; es lo que se conoce como Deep Learning, o aprendizaje profundo, a fondo.
Así las cosas, son muchas las esperanzas depositadas en el desarrollo de la inteligencia artificial, pero también son muchos los temores que este desarrollo despierta. Las esperanzas proceden, sobre todo, del hecho de que la inteligencia artificial favorece la automatización de procesos repetitivos y rutinarios sin intervención humana alguna, lo que permite liberar al hombre de las mismas y, por lo tanto, dedicar más tiempo al ocio y/o al desarrollo de tareas creativas. La inteligencia artificial permite, asimismo, incrementar la precisión en los cálculos y procesos, reducir el error humano, mejorar la capacidad para tomar decisiones, etc., lo que se traducirá, ya se está traduciendo, en aumentos de productividad, renta y bienestar.
Los temores, como siempre, no provienen de la inteligencia artificial en sí misma sino de la utilización que se haga de ella ¿Para salvar vidas, para mejorar la calidad del desarrollo humano, o para todo lo contrario, para fabricar misiles y drones cada vez más letales? Más en concreto, los temores provienen de dos frentes. El primero de ellos tiene que ver con el hecho de que, como para que los algoritmos en los que se basa la inteligencia artificial funcionen correctamente se requieren cantidades ingentes de datos, lo primero de lo que debemos ser conscientes es de que los resultados obtenidos con el uso de la misma dependen de la calidad de los datos: si metemos basura lo que saldrá será basura. O, en términos más técnicos, el output (producto) depende críticamente del input (factores de producción). El segundo está relacionado con el modelo de inteligencia artificial que se pretende desarrollar, esto es, para qué se quiere utilizar la misma. Según creí entender en la citada mesa redonda, hay, en esencia, tres modelos: el chino, el norteamericano y el europeo. En los dos primeros, lo que prima es el control; en el modelo chino es el control de las personas, de forma que estas hagan lo que se les diga desde arriba (los ciborgs de los que nos da cuenta la ciencia ficción no son, por desgracia, ninguna utopía); en el norteamericano, es el control de los mercados, de forma que unos pocos puedan, de hecho, gobernar el mundo. El modelo europeo es, si se me permite el anglicismo, más 'human friendly', pues trata de regular el desarrollo de la inteligencia artificial de forma que nadie, o los menos posibles, se queden atrás, sin beneficiarse de ella. Los dos primeros modelos funcionan bajo el proverbio que sostiene que 'gato blanco o gato negro, da igual; lo importantes es que cace ratones'; el tercero, el europeo, se sustenta en la ética, lo que está muy bien, siempre que no caiga en la irrelevancia.
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