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Agresividad, insatisfacción, aislamiento social, rebeldía, compulsiones y actitudes impositivas hacia los demás; todos son comportamientos consecuencia de no haber puesto los límites adecuados en el ... momento oportuno. Cuando educamos a un hijo (Educación: formación destinada a desarrollar la capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen) lo hacemos con la intención de prepararlo para su futuro económicamente independiente, culturalmente aceptable y con las herramientas de relación social adecuadas para la vida en comunidad.
Pero, ¿cómo nacemos? Nacemos desnudos, indefensos, sin límites y con el egoísmo pisando el acelerador a tope; es la ley de la supervivencia de un ser débil y desprotegido; necesitamos todo y de todos, en esos momentos. Claro, con esos mimbres, si no los enderezamos en el sentido correcto no conseguiremos hacer un buen cesto y, para ello, debemos marcar límites, conductas, responsabilidades y comportamientos que deben ser en consonancia con los valores que nosotros, en su día, también recibimos. Pero, toda ley tiene sus excepciones y en este caso se da cuando los padres no ejercemos esa potestad, en bien de una falsa libertad de nuestros hijos, y permitimos conductas con un nivel de tolerancia que, socialmente, se vuelven intolerables.
Esos vástagos con crecimiento desordenado llegará un día en que se enfrenten con la realidad de que no todo es posible y que los límites que no les pusieron en su día, la vida, se encarga de colocarlos en su sitio, retorciendo los mimbres del cesto o con los barrotes de la cárcel y la marginación social. Es entonces cuando descubren que no todo es permisible y se produce el sentimiento de intolerancia a la frustración, es decir, no acepto el rechazo, el límite, la imposición y me rebelo contra quien me lo pone. Si quienes lo ponen, tardíamente, son los padres, se producirán actos de agresión hacia ellos (las denuncias de padres agredidos por sus hijos han aumentado un 400% en los últimos diez años); si los pone el colegio serán suspendidos y, en última instancia, expulsados y si los pone la sociedad se convertirán en marginados, antisistema y, en el peor de los casos, encarcelados. Por todo, si tiene un hijo en edad adolescente, le aconsejo que ponga esos límites bien escritos, como tablas de ley y que cuanto antes lo haga más flexibilidad encontrará en su cumplimiento. Y, se preguntará, ¿eso garantizará que no circulen por el margen de la sociedad? No, no lo garantiza; es una condición necesaria, pero no suficiente y ningún padre está libre de otras muchas circunstancias condicionantes, pero es un buen modo de empezar.
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