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El ascenso del Racing de Santander a Segunda División tras seis años de purgatorio ha suscitado el entusiasmo popular en una ciudad y una región donde lleva más de cien años atrayendo el sentimiento de los aficionados al fútbol. Aunque Cantabria es una comunidad ... con un palmarés excepcional en numerosos deportes, en los que ha brillando en el ámbito mundial, olímpico y europeo, el balompié sigue siendo un deporte hegemónico en audiencias y asistencias, y la marca Racing representa esta raíz que ha convertido esta modalidad deportiva en un espectáculo masivo de alcance global y en una verdadera industria del ocio.
Sin embargo, aparte del innegable alcance de la gesta deportiva tras una recta final de liga absolutamente excepcional y épica, este éxito del Racing viene a inyectar en la sociedad cántabra una buena dosis de alegría y de orgullo, tan necesarios en una autonomía que vive años ciertamente grises por la combinación de la crisis del covid-19 y de las desestabilizaciones económicas. Entre los dos últimos partidos de liga, perdieron la vida 13 personas en nuestra comunidad como consecuencia de la infección por el coronavirus, mientras la incidencia acumulada a 14 días en personas de 60 o más años pasaba de los 1.100 casos por cada 100.000 habitantes. En la misma semana, las previsiones de crecimiento económico para Cantabria y para España se rebajaban sustancialmente. En este contexto de lógica preocupación ciudadana, la explosión de gozo colectivo por el triunfo futbolístico ha venido a ser como una compensación y una descarga por tantas dificultades arrostradas con entereza desde hace dos años, y la conciencia de las que aún pueden quedar por delante.
El ascenso del Racing posee también otras consecuencias. Primero, para la propia entidad, ya que el nivel de ingresos económicos es notablemente superior en la nueva categoría y debería servir para afrontar nuevos retos desde una mayor fortaleza financiera. Segundo, para la ciudad de Santander, porque de Segunda a Primera, donde se juega la Liga precisamente denominada Santander, ya solo podría quedar una temporada. Estar en Segunda permite soñar con lo más alto. Esto atraerá abonados, más aficiones visitantes y, por ello, cifra de negocio e imagen turística. En tercer término, es bueno para Cantabria, no solo porque muchos habituales del estadio proceden de todos los puntos de la región, sino porque el Racing siempre ha sido embajador por toda España de la marca colectiva, y el simbolismo del fútbol y su visibilidad darán también más relevancia a la identidad del deporte cántabro y por extensión de la comunidad.
Tanto en el aspecto de la moral colectiva como en el del reforzamiento del marketing, el deporte demuestra, una vez más, su importante papel en la evolución de la mentalidad contemporánea y los ciclos de estado de ánimo de la opinión pública. Hay que felicitar, pues, al Racing y a los racinguistas por este merecido ascenso a Segunda, y desear acierto en el planteamiento de la próxima temporada, de modo que las probabilidades de otro ascenso, esta vez a Primera, La Liga, como ya se la conoce en todo el mundo, se maximicen.
Entre los hechos diferenciales de Cantabria se halla sin duda la vocación deportiva, alentada por sus equipos y sus grandes campeones. Entre ellos, el Racing siempre ha ocupado y ocupará un lugar muy especial en el corazón de miles de personas que han vibrado con sus victorias y han sufrido con sus derrotas. Es esta la más alta enseñanza de la vida deportiva: que hay que saber ganar y saber perder; y que sin esfuerzo y planificación poco se logra. Enhorabuena, pues, a jugadores, equipo técnico, directiva y fiel afición, por el trabajo hecho, así como a las instituciones y empresas que habitualmente colaboran con el equipo. Hacemos votos por un porvenir espléndido para el Real Racing Club de Santander. Ojalá nos devuelva pronto a esa división dorada en la que durante tantos años militó.
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