Secciones
Servicios
Destacamos
Cuentan quienes han viajado mucho que, al llegar a un nuevo país, la manera más rápida de entender a su sociedad es visitar su mercado y su cementerio, para ver cómo esta trata a sus vivos y a sus muertos. Los mercados españoles son una ... buena muestra de nuestro amor a la vida y sus placeres. Los cementerios españoles, en cambio, son en general, lugares feos, apáticos, anodinos y abarrotados de nichos, en niveles superpuestos, como si en la otra vida también faltase el espacio.
El modo en que nos relacionamos con la muerte y los muertos dice mucho de la sociología de un pueblo. En esta primera semana de abril se celebra en China el equivalente a nuestro día de 'todos los santos', allí conocido como la 'Festividad Clara y Brillante' o 'Día de limpiar las tumbas'. Durante estas fechas, las familias chinas se reúnen para visitar las tumbas de sus antepasados, recordarlos, rendirles homenaje y celebrar los lazos de unión filial. Una de sus costumbres más entrañables congrega a los allegados en un picnic en torno a la tumba del abuelo o pariente en común y, entre cigarrillo y cigarrillo, algunas flores, incienso y algo de licor, conversan con el espíritu del difunto, contándole chistes y anécdotas a la lápida de turno mientras repasan lo más relevante de cuanto ha acontecido en la familia en el último año. La tecnología también ha llegado al mercado fúnebre y hoy existen en China servicios de 'limpieza de tumbas', plañideras y visitas en remoto a las tumbas. En algunos cementerios, incluso, las lápidas ya incorporan un código QR para poder acceder a documentos multimedia del muerto en cuestión.
En estos días, es aún habitual ver en las aceras chinas círculos de tiza en cuyo interior se adivina un montoncito de cenizas amarillentas y restos todavía humeantes de papel. En un país donde el hambre, la escasez y la carestía han sido la regla durante siglos, existe la creencia de que las necesidades materiales o los padecimientos físicos no acaban en esta vida y sobreviven en el 'más allá'. De este modo se explica, en parte, el afán de acumulación hoy habitual en la sociedad china. No basta con tener una o dos viviendas, tres coches o cuatro teléfonos... la mejor garantía de inmortalidad parece ser el patrimonio material. En esta lógica, a los fallecidos hay que proveerles de alimentos, comodidades, bienes materiales e, incluso, dinero. Estas prácticas tienen origen taoísta y el modo ancestral de hacerles llegar estas ofrendas era a través de la combustión. Los entierros -como las bodas- son eventos sociales donde se despliegan el poder y el estatus de la familia del difunto y, lo que en la época maoísta fue casi abolido por burgués, hoy a veces raya lo histriónico. Así, lo que tradicionalmente se resolvía con una pequeña fogata en la que se quemaban billetes (falsos, como los de Monopoly), ofreciendo unas naranjas o una lata de coca-cola a un incensario junto a la foto del difunto, el desarrollismo actual ha exagerado hasta lo extravagante.
Fruto de los tiempos que corren, de la abundancia económica y del materialismo imperantes, hoy el catálogo de ofrendas (de papel) que se le puede hacer a los difuntos es infinito. La primera vez que yo entré en una de aquellas tiendas de productos de ultratumba (a menudo anejas a los templos y a los cementerios), pensé que se trataba de una juguetería pues muchos de los objetos recuerdan, en su apariencia, a juguetes ochenteros. Pero no. Réplicas en papel de iphones y tablets de última generación, tarjetas de crédito, productos de aseo personal, joyas, bolsos y relojes de marcas de lujo, McMenús, productos medicinales, máquinas de masaje o aparatos de aire acondicionado (los efectos del cambio climático son insospechados) se le ofrecen a los consumidores (vivos) para que, a su vez, estos se los ofrezcan a los usuarios (muertos). Para los más 'generosos' hay también versiones (a pequeña escala) de coches deportivos italianos, barcos fueraborda o aviones privados.
En China, agasajar a los difuntos no es una moda pasajera. El deber filial de respeto y cuidado a los mayores, en vida, y a los antepasados (en cualquiera de sus vidas) es, desde hace miles de años, uno de los pilares básicos de esta sociedad. A través de esas visitas a los cementerios y esas ofrendas a los difuntos, se pretende no sólo honrarles sino, también, apaciguarles, evitando la ira de sus espíritus y los problemas que puedan ocasionarle a esos parientes, que aún merodean en el 'más acá'. Sin embargo, lo más llamativo de esta tradición no es el giro consumista de los últimos tiempos sino, por ejemplo, que las réplicas de iphones que les 'envían' a los difuntos también incorporen cargador. Quedarse sin batería en el móvil es siempre una faena, estés vivo o muerto.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.