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Hace unos días, los medios de comunicación difundieron masivamente un dato escalofriante: solo en diciembre de 2022 han sido asesinadas ocho mujeres a manos de ... sus maridos, novios o parejas. Algunos medios incluían los nombres de las víctimas y las localidades donde fueron asesinadas. Ninguno de los medios de comunicación, ni tampoco el comunicado del Ministerio de Igualdad, se acordó de mencionar a Lara y a Iris, dos niñas de 9 y 11 años que murieron de un tiro en la cabeza.
La razón por la que Iris y Lara han caído ya en el más infame olvido apenas quince días después de ser asesinadas es porque el gatillo de la pistola que las mató no lo disparó un hombre sino una mujer, precisamente su madre.
De todas las mujeres asesinadas en diciembre, las más indefensas eran Iris y Lara, las únicas que por su edad no tuvieron la más mínima posibilidad de defenderse ni huir.
Hemos creado un planteamiento tan aberrante y perverso de este grave problema que resulta que lo importante, aparte de que la víctima sea mujer, es que el verdugo sea hombre, y si no es así, eres una mujer víctima de segunda categoría, como Iris y Lara.
El planteamiento anterior es perfectamente compatible con la más rotunda condena de los crímenes machistas que son, de hecho, un problema de Estado, pero la miopía con que el Ministerio de Igualdad y ciertos lobbies de presión enfocan esta cuestión no favorece el encontrar una solución.
Me pregunto por qué motivo apenas se habla del estrepitoso fracaso de las políticas para combatir los asesinatos de mujeres. Cada año se invierten cientos de millones de euros y los resultados no mejoran, ¿qué es lo que se está haciendo mal? ¿quiénes son los responsables de este fracaso?
Desde el ministerio de Igualdad hay una estrategia que se basa en el pensamiento unidimensional, en los términos en que lo definía –en otro ámbito– el filósofo Herbert Marcuse. Cualquiera que discrepe de la férrea línea de actuación marcada, o que aporte otro punto de vista, es sospechoso de ser un machista. Y así nos va.
En todo caso, sean cuales sean las causas de este fracaso institucional, y sea cual sea la competencia o incompetencia de las personas que diseñan las políticas en este ámbito, cuando se hable de asesinatos de mujeres, que nadie tenga la desvergüenza de olvidar a Lara y a Iris, porque para ellas fue indiferente el sexo de la persona que apretó el gatillo.
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