Irse o no irse de misa

Claro que hay excepciones en las que no cabe un alfiler en las iglesias, principalmente en las bodas y funerales de gente importante. Todavía me estoy acordando de Lola Flores, en la boda de su hija Lolita, ante la iglesia de La Encarnación de Marbella, reclamando a la multitud aquello de «Si me queréis, irse».

Supongo que lo mismo diría a sus familiares, pero desde el más allá, Dolores Bastida, una señoruca de 95 años que antes de morir en Barcelona había dejado como última voluntad que la rezasen la misa de funeral en castellano. Cuando el cura se puso a oficiar en catalán, la familia, indignada, se marchó con el féretro (y la música) a otra parte.

Otro que fue a misa, pero no se marchó, fue Pablo Casado, que durante su estancia en Granada fue a la iglesia del Sagrario justo donde se rezaba por el alma de Francisco Franco en el aniversario de su muerte. ¿Casualidad? Con tanto revuelo, Casado, que no quiso irse, pensará ahora que «si lo sé, no vengo».

Ya no darán misa los padres franciscanos en la iglesia de Santa María de los Ángeles, en Perines. Se marcharon de Santander ante la crisis vocacional. El pasado domingo el grupo Alceda publicaba un artículo en este periódico defendiendo el valor patrimonial y sentimental de este templo que puede desaparecer. Me sumo a su demanda animando a mi amigo Nacho Ortega y a sus dos colegas para que se mantengan firmes celebrando misas en esa singular parroquia. Seguro que alguien les dice desde arriba: «Si me queréis, no irse».