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En la isla de Mouro no hay desempleo. Alguna vez hubo pleno empleo, cuando el farero andaba ocupadísimo. Pero desde que se organizó técnicamente de ... otro modo, sencillamente ya no hay empleo. Es una ínsula sin paro ni trabajo. La razón no hay que explicarla: todavía no se permite a las gaviotas darse de alta laboral en la Seguridad Social. Por eso las cifras de reducción del paro resultan completamente insuficientes si no se miran las del empleo, ya que el paro puede bajar porque hay más empleo o porque hay menos gente. Y desde el punto de vista de la estrategia económica no es lo mismo. Piénsese en el fenómeno de la España vaciada y los pueblos desertizados. Lógicamente baten el récord nacional de ausencia de paro, pero es, por así decir, la paz de cementerio.
Seguir las cifras del empleo, en cambio, nos proporciona una idea muy certera de cómo están evolucionando a corto, medio y largo plazo la economía y sus diferentes sectores de actividad. Y aunque cada pequeña cifra mensual tiene su porqué y porqué no, su alegría o su pena, solo puede entenderse cabalmente tomando una perspectiva más larga, de ciclo económico. El mercado laboral de Cantabria es bastante elocuente cuando adoptamos esa 'vista de dron' y hacemos unos cortes homogéneos en los datos. Por ejemplo, podemos ver que el mes pasado los cántabros con empleo eran un 1,10% del total nacional. ¿Mucho? ¿Poco? ¿Ni fu ni fa? Lo importante es ver que cuatro años antes, en diciembre de 2018, eran (éramos) el 1,13% del global de España; pero que remontándose un cuatrienio más, a diciembre de 2014, resulta que suponíamos el 1,18%. Esto nos permite observar que en ocho años se ha ido dando una progresiva pérdida de peso relativo del trabajador cántabro en la comunidad nacional del trabajo. Estamos creando sistemáticamente menos empleo que los demás, y eso solamente puede ser, en ausencia de disrupciones tecnológicas, porque damos menos oportunidades a la gente para trabajar.
Si tomamos las diversas actividades con esos mismos puntos de referencia, vemos que la pérdida de trabajadores autónomos ha sido constante. Con ese panorama, decir que somos un territorio para emprendedores no se justificaría. Si lo fuésemos, la cifra de autónomos no pararía de incrementarse. Hoy es menor que hace cuatro y ocho años. Y el principal enemigo del autónomo son las administraciones: por su reglamentismo, su fiscalidad, su lentitud de reflejos. Si no hay autónomos es que la maquinaria político-burocrática no pita, ni para la 'spinoff' salida del laboratorio ni para la mercería de la esquina.
La industria manufacturera hoy tiene menos empleo que hace cuatro años. Las actividades que han visto aumentar con más intensidad la afiliación son Educación, Servicios sanitarios y sociales, Hostelería, Información y Comunicaciones, y la Construcción (esta por la coyuntura preelectoral y el ciclo de legislatura que siempre carga las obras sobre el año 3). En menor medida, Comercio, Transporte y Actividades recreativas. Hay que subrayar aquí que tanto educación como lo sociosanitario y lo constructivo dependen en buena medida del gasto público, y reflejan menos el dinamismo del mercado que el margen de gasto de las administraciones, que ahora es grande porque el covid-19 levantó los frenos a la alegría presupuestaria. Es evidente que en un horizonte más o menos lejano, años y no décadas, la estabilidad del euro y su poder de compra frente al dólar harán que se retomen las limitaciones. Es decir, contamos ahora con algún motor extra que luego habrá que abandonar.
Todo esto no es ningún misterio, sino que debe correlacionarse con el volumen de inversión pública y privada, el contexto administrativo y político de la creación de empleo, y el nivel de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación en las empresas. Son dimensiones que necesitan experimentar un cambio muy importante, si no queremos asistir al progresivo hundimiento de nuestra masa afiliada por debajo del 1% nacional, y luego del 0,9% y así sucesivamente. Pues si ello sucede, significará que definitivamente nos habremos convertido en una región balneario sin rumbo propio.
Así pues, uno de los principales retos para los próximos años es cambiar las actuales tendencias e intentar que la cifra de afiliación se dé la vuelta y, al menos, apunte a un 1,2% o un 1,3% del total nacional. Eso indicaría que al menos aquí los españoles no tienen menos oportunidades profesionales que en otras regiones del país.
Bueno, la isla de Mouro también resulta espectacular, así sin empleo ni desempleo, hemos de admitirlo. La nada tiene su encanto, como Sartre nos dijo.
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