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Jaime nos ha dejado. Y con su marcha se pone punto y seguido a una de las etapas más duras pero también más exitosas de este país, y por supuesto de Cantabria. Para los más jóvenes, Jaime no es más que una referencia histórica ... de un lejano pasado, porque les resulta difícil valorar el esfuerzo y sacrificio que protagonizó toda una generación para que ellos vivan en una democracia, imperfecta, pero social y de derecho.
Con Jaime se pone también punto y seguido a una forma de entender el socialismo militante y democrático. Nuestro compañero tuvo un papel esencial en el renacimiento del partido en toda España. Cuando reclamar los derechos básicos de los trabajadores o una mínima justicia social era verdaderamente peligroso para la integridad física, allí estaba Jaime. Y cuando una democracia frágil se fue abriendo paso en este país de confrontación permanente, Jaime fue protagonista, junto a un puñado de socialistas, de la gran modernización española, la que nos sacó de la autarquía y el autoritarismo para entrar en la Europa democrática y de desarrollo económico. Y qué decir de su papel fundador e impulsor del socialismo en Cantabria. Una forma de hacer socialismo que nosotras compartíamos. Un socialismo de continua y a veces airada reflexión, pero fraternal, donde la diferencia en la opinión era motivo de debate, pero no de confrontación ni de venganzas personales. Una forma de entender la acción política firme en las convicciones, pero integradora con los nuevos tiempos. Un socialismo en constante renovación donde los más jóvenes encontrábamos un espacio donde hacer y proponer nuevas ideas, pero siempre con respeto y reconocimiento a los más experimentados.
Es obligado recordar brevemente su figura política, en esta lucha constante contra el adanismo vigente que tan malas consecuencias ha provocado en la historia de la humanidad. Pero, sin embargo, nosotras queremos destacar al hombre, al humano, al compañero. Jaime nunca pasó desapercibido. Su enorme figura reforzaba su carismática presencia. Y sus pensamientos, no siempre coincidentes con la mayoría, los dejaba caer pausadamente, con un tono de voz grave y al tiempo convincente. Jaime hacía algo que echamos en falta hoy en día: escuchaba. Y cuando le tocaba tomar decisiones difíciles, no excluía ninguna opinión antes de expresar la suya, siempre en la dirección permanente de encontrar consensos.
Esta cualidad, propia de otros hacedores de la transición, le ganó el respeto no solo de sus correligionarios, sino también de sus contrincantes. Además, Jaime ha sido un gran amigo de sus amigos, sin que la opinión política de cada cual fuera un obstáculo en su relación.
Para nosotras, más que un padre político ha sido un entrañable compañero de viaje que nos ofrecía tranquilidad y seguridad cuando nos tocaba afrontar altas responsabilidades institucionales o de partido. Jaime nos ha dejado, y sentimos mucha tristeza y pesar, pero su impronta permanece y ojalá su espíritu de quijotesca justicia se recupere cuanto antes en estos tiempos revueltos.
Jaime, te recordaremos siempre, compañero.
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