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Es un espacio pequeño, pero con muy grande, selecta y concurrida conversación. Desde luego no se trata de ningún centro cultural, pero es cuestión de ... plantearse si las cafeterías, bares o restaurantes pueden incluirse en tal consideración. Mi amigo Alberto Vallejo ya estudió en sus obras las tertulias y círculos intelectuales del XIX, y es conocido cómo este tipo de establecimientos han contribuido a la efervescencia política, literaria y cultural. En mis tiempos de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense ya circulaba la convicción de que se aprendía más periodismo en la barra del bar que en las aulas, porque los debates sobre comunicación solían tener cierto nivel entre periódicos donde los titulares se mezclaban con las manchas de los pinchos de tortilla. Hace poco, un colega que visitaba mi facultad, se lamentaba de no haber estudiado en ella al descubrir que era la mejor de España. Fue una reflexión al conocer, no la calidad de los docentes, sino los precios de las 'mahou' en el bar.
Lo de encontrar un espacio pequeño con tanto bullicio de interesante conversación, lo digo por La Jara, diminuto establecimiento hotelero de la calle santanderina de Peña Herbosa. En sus poco más de seis metros de barra y una cocina donde más de cuatro manos son multitud, se despliega un interesante desfile de clientes. Su ubicación estratégica, frente a la sede del Gobierno de Cantabria, hace muy peculiar a su clientela, porque en las seis mesas contadas y aisladas por tres biombos, nos podemos encontrar a Miguel Ángel Revilla comiendo con su esposa, a la cúpula del PSC-PSOE ultimando el acuerdo de gobierno con el PRC, a altos cargos de la Administración autonómica planificando su gestión o a periodistas a la caza de noticias políticas. Mientras tanto, Carlos, el currante del jefe, se queja feliz por cualquier cosa y exhibe el cartel que dice: 'Se buscan clientes. No se necesita experiencia'. Al final, con tanto personal en este mentidero, La Jara va a ser como el camarote de los hermanos Marx. Hasta me parece que alguien ha pedido dos huevos duros.
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Ana del Castillo
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