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Tomé la decisión hace más de veinte años y no me he arrepentido ni por un instante. Vivir en un entorno rural comporta a diario momentos únicos: pasear junto a la senda fluvial del Saja, el sonido de los pájaros por la mañana, pisar descalzo ... la hierba mojada o desayunar en un pequeño porche durante el verano son algunos de los placeres cotidianos que, recisamente por ser gratis, resultan aún más confortables.

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