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Tratando de separar las ideas de las ocurrencias, escasos debemos andar de imaginación cuando uno de los debates de estos últimos días es la viabilidad ... de la carretera que separa Reinosa y Potes. A falta de originalidad, bien está recurrir a las visiones que el mismísimo Hormaechea albergó en algún momento para, supuestamente, dinamizar el valle del Nansa, Liébana y Campóo. Poca broma. Algunas de esas ensoñaciones se convirtieron en realidad. De lo contrario, jamás se hubieran sacado adelante proyectos como el Parque de Cabárceno, el Palacio de Festivales o la cómoda carretera que nos lleva a Bárcena Mayor. Nadie discute la efectividad de aquel empecinamiento. Tampoco sus formas trumpistas que hoy harían la delicia de más de un tuitero, ni los laxos filtros de control administrativo en un momento en que España se subía al tren del desarrollo.
Porque esa es otra. En aquellos años la región recibió ingentes cantidades de los benditos fondos FEDER que sirvieron para ejecutar la red de carreteras regional. Sin embargo, el proyecto Potes-Reinosa no dejaba de ser una ensoñación que el mismísimo José Joaquín Martínez Sieso guardó en el cajón. «Precisa de una fuerte dotación presupuestaria, lo que hace que sea muy difícil su ejecución esta legislatura. Además, cuenta con muchas complicaciones desde el punto de vista ambiental y administrativo», dijo textualmente arrojando su característico sentido pragmático.
Tengo mis dudas de que destinar medio millón de euros varios años después para que los estudios técnicos vuelvan a decir lo mismo, en un contexto de mayor rigidez en la normativa ambiental, tenga sentido alguno.
Pero el debate sí deja un beneficiado de facto: el partido Cantabristas, al que, sin desearlo, el consejero Roberto Media regaló una impagable campaña publicitaria refiriéndose, con claro tono peyorativo, a su escasa representación social. «¿A quién representa esta gente?», se preguntó. Gracias a esas manifestaciones, son varios miles los que ahora conocen a un colectivo del que poco sabían semanas atrás y que busca su propio espacio en asuntos que, claramente, conectan con la ciudadanía como el turismo de masas o el desastroso servicio de los Cercanías. Cantabristas tiene muy difícil entrar en el Parlamento. Pensarlo ya es casi una osadía, pero un par de campañas de difusión como la de días atrás seguro que le acerca un poco más a su objetivo.
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