Esquiar sin nieve

En Cantabria, afortunadamente, el aeropuerto Seve Ballesteros goza de una razonable salud aérea –nuestro dinero nos cuesta atraer a las aerolíneas– y, aunque no tengamos aeropuerto fantasma, sí tenemos una estación de esquí de la que cada vez se puede hacer menos uso por los rigores del cambio climático. Debieron pensar en su momento que construir una estación invernal con orientación al sur era una buena idea y que el planeta seguiría respetando las generosas nevadas que entonces caían –en detrimento de San Glorio, el emplazamiento ideado en primera instancia–. Pues ya ven que no.

Claro que ese mismo problema de falta de nieve, en menor medida, también lo sufren actualmente otras pistas del Pirineo. La diferencia es que allí sí se han puesto en marcha actividades alternativas para los meses estivales: rutas en bicicleta de montaña y senderismo, trails, eventos de astronomía, observación de aves y fauna local, paseos en telecabina, barranquismo, escalada, espectáculos de drones, etc… De todo ello se lleva hablando desde hace décadas en Alto Campoo, con decenas de proyectos presentados y amontonados encima de la mesa sin que se haya movido un solo papel, dejando a la estación fundirse en la desidia y el desuso. Algún día habrá que darle a la instalación otra utilidad que vaya más allá de los pocos días que se puede esquiar, digo yo. A eso, como en otras muchas cosas, parece que también llegaremos tarde.