Estafa generacional

Lo que verdaderamente alarma es que esos 1.530 euros les parezca una meta inalcanzable a los más jóvenes. Resulta que la generación que ha acudido en masa a la universidad, domina varios idiomas, toda la tecnología digital y ha viajado por medio mundo debe enfrentarse a una realidad que les devuelve con estrépito toda esa preparación en forma de salarios precarios y precios de vivienda desorbitados. Sin ir más lejos, este periódico se hacía eco recientemente de que Cantabria fue la comunidad autónoma donde más se incrementó el precio por metro cuadrado en el último año, nada menos que un 32%.

Más o menos en las mismas fechas se hacía público un estudio sobre juventud de La Caixa. Pásmense, considerando generosamente que una persona es joven hasta los 34 años, se llegaba a la conclusión de que dos de cada tres seguía viviendo con sus padres por la imposibilidad de emanciparse. Por vez primera acariciamos la certeza de que esa preparadísima generación gozará de una peor calidad de vida que la de sus progenitores y que, en muchos casos, una parte de esos 1.530 euros de la pensión antes mencionada se convertirá en un obligado 'diezmo' mensual, una suerte de complemento básico sin cuya aportación se hará imposible pagar el alquiler o emanciparse. Todos esos jóvenes cumplieron con aquello que sus padres les dijeron: estudiaron y se formaron, viajaron y ampliaron su espectro vital. El premio es la ruptura de la promesa democrática de que vivirían mejor que sus antecesores. Algunos, en un mantra repetido con frecuencia, se refieren al llamado 'auge de la ultraderecha'. En la mayoría de los casos debieran llamarle 'estafa generacional'. Mirar hacia otra parte ya sabemos como acaba. Estamos avisados.