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Algo falla, está claro. El Banco de España asegura que hasta 2025 se necesitarán 600.000 viviendas para suplir el déficit de inmuebles. Lo mejor es que el mismo informe refleja que en nuestro país existen cuatro millones de viviendas vacías o desocupadas. El desequilibrio ... se explica, según los autores, en la falta de suelo para construir en las grandes ciudades.
No hemos aprendido nada desde que miles de familias sufrieran lo indecible durante la crisis del ladrillo de 2008. Nos juramos una y mil veces que el modelo productivo debía cambiar, que la prosperidad jamás podría revestirse de hormigón. Y lo hacíamos con la boca pequeña, porque lo que realmente deseábamos era volver a aquellos tiempos en que cualquiera conducía un coche de alta gama y a cuando en el banco te abrían la puerta al son de trompetas para animarte a que pidieras prestado hasta para el cepillo de dientes.
Estremece llegar a Comillas y contemplar la mole de 200 pisos y dúplex que actualmente se levantan para abrazar el desembarco de nuevos veraneantes. Miras al otro lado de la carretera y compruebas que las cicatrices de obras antaño abandonadas han sido rápidamente curadas para dar salida a las apetencias de los visitantes estivales. Cerca de allí, tal y como leíamos en este periódico hace una semana, están proyectadas otras 368 viviendas. Es decir, con apenas dos nuevas promociones, esta pintoresca villa dará cabida a las vacaciones de unas dos mil nuevas personas. Exactamente, la misma población que alberga durante todo el invierno.
Sabemos que cuando esas obras terminen, Comillas y otros muchos pueblos de la costa regresarán a su tradicional modelo económico: el de la subsistencia. Pasarlas canutas durante nueve meses, mientras todos esos pisos permanecen cerrados, con un único objetivo para sus negocios locales: obtener en tres meses la cantidad suficiente para vivir, mejor dicho, subsistir el resto del año. Para que sus empleados puedan engrosar posteriormente las listas del paro, vaya. Todas esas obras e inversiones llenarán el legítimo bolsillo de un promotor con músculo, pero no redundarán en mayores inversiones o servicios en la zona. Repitan conmigo: ningún sector, como el turismo, que no pueda reinvertir su beneficio es capaz de generar riqueza colectiva. Los habitantes de Canarias nos los pueden explicar mejor, si quieren. Pero nos empeñamos en el cuantos más mejor. Así nos va.
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