Lilia y la asamblea de majaras

Lilia me explicó cómo había llegado a España poco después que su marido, tras finalizar los estudios de Medicina en su Moldavia natal. Durante el largo año en el que el Ministerio convalidó su título trabajó en lo que pudo, básicamente, como camarera en un bar y cuidando a personas mayores. Aprendió castellano con la única ayuda de un libro y aguzando el oído cada vez que tenía la oportunidad. Con el tiempo y mucha paciencia, no sólo le convalidaron su título de Medicina, sino que actualmente presta servicio en el Centro de Salud de Polanco, asumiendo feliz esa labor en la atención primaria que otros médicos, seducidos por el brillo y la trayectoria hospitalaria, descartan por áspera y poco gratificante. Además, recientemente ha abierto su propia clínica de medicina estética.

Mientras Lilia contaba su historia, los máximos dirigentes de la Unión Europea andaban enredados en afrontar el irresoluble fenómeno de la emigración, cada cual con una ocurrencia mayor, con barbaridades del tipo de ejemplarizantes deportaciones o centros de internamiento en terceros países. Insignificantes tiritas para la hemorragia de un planeta que se desangra entre guerras y miseria. Y ahí tienen a toda una asamblea de majaras trajeados, escuchando a Meloni como si de un oráculo se tratase, exhibiendo su miserable espectáculo de inoperatividad y falta de talla política para diseñar una política migratoria que aúne coherencia y humanidad. Me pregunto qué pensará Lilia ante semejante espectáculo.