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Llevaba varias semanas para hablarles de este espinoso asunto y, la verdad, no sabía por dónde comenzar. Cómo trasladarles que esto de la barra libre en una región cuyo potencial turístico se nutre, básicamente, de sus encantos naturales ya forma parte del pasado. Les confieso ... que durante muchos años Alcudia, en el norte de Mallorca, ha sido mi destino favorito de vacaciones: buen tiempo, sin excesivo calor, una playa kilométrica en Muro, excelente gastronomía mediterránea y la suficiente distancia respecto al sur de la isla que preservaba el carácter puramente balear de los alemanes inflados por la cerveza. Un paraíso de lo más convencional.
El sucesivo transcurrir de los plácidos veranos me hizo comprender que, en materia turística, lo que sucede en Mallorca siempre acaba trasladándose al resto del país: el boom del turismo en la época del desarrollismo, la transformación de los destinos maduros para atraer a visitantes diferentes –ejemplar labor con el turismo en bicicleta–, la corriente adversa a los alojamientos turísticos ilegales y la precocidad de ser el primer escenario en el que prendió la mecha de la turismofobia. Y sí, también allí germinó la tasa turística de marras, que ya ha prendido en buena parte de Europa. No hay margen de error posible. Mallorca, donde se acaba de legislar para acabar con el turismo de excesos, por un lado, y con el exceso de turismo, por otro, con la reducción del techo de plazas turísticas es el oráculo para los gestores de la industria que en Cantabria genera ya más del 13% de nuestro PIB. Créanme. Nunca falla.
Venía pensando en cómo explicarles esto cuando en un destello dos palentinos me dieron todas las respuestas. Dos tipos que llevan el coche para hacer trompos a la playa de Oyambre –un parque natural–, dejando el vehículo varado en la orilla para ir al bar a apretarse unos cubatas. Propician que haya que desplazar a una dotación de bomberos, enterita, y éstos a su llegada se encuentran el vehículo flotando, con el consiguiente riesgo de que combustible y aceites se extiendan por el mar. Cobrar una ecotasa no le va a restar ni un solo visitante a una región pequeña que cada vez debe estirar un poco más sus servicios de limpieza, seguridad y sanitarios para hacer frente a la ingente llegada de visitantes. Mallorca tiene todas las respuestas. El resto sólo es cuestión de tiempo y una pizca de valentía.
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