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Para los bares de pueblo, claro que sí. Lo reivindico a pies juntillas por ser un espacio de socialización esencial en las zonas rurales. En ... mi barrio hace semanas que cerró 'La Braña', el único bar en el que lo mismo echabas una partida a la flor, que comías una hamburguesa o te metías un cocido montañés entre pecho y espalda. La subida del precio del alquiler provocaba que a mi querido Ángel –lo era de verdad en su oficio– no le salieran las cuentas a final de mes, dejándonos huérfanos de un lugar de encuentro alrededor de cual se vertebraba la vida social para muchos vecinos.
Los más jóvenes tenemos alternativa a pocos minutos en coche. Sin embargo, para las personas de más edad supone un cerrojazo fatal a buena parte de sus interacciones sociales: tomar el blanco antes de comer, jugar a las cartas, ver el partido de fútbol o hablar de política se habían convertido en una confortable liturgia cotidiana. Si te sentías solo en casa, sabías que en 'La Braña' siempre habría alguien con quien echar una parladuca. Por no hablar del remate que supone para el mantenimiento de la bolera aledaña, que había recuperado el esplendor de antaño gracias a la vida social que aportaba el local.
Así que puestos a amnistiar decenas de hectáreas de suelo rústico a través de la discutible fórmula de los Planes Singulares de Interés Regional (PSIR), reivindico que los bares de pueblo, patrimonio inmaterial, bien merecen una condonación administrativa además de la correspondiente ayuda económica para quien decide abrir la persiana y ponerse detrás de la barra. Porque lo de los PSIR para construir hospitales y colegios, cuando no tenemos suficientes médicos para atender los centros de salud –el Hospital Tres Mares bien pudiera utilizarse para rodar series de Netflix– ni niños con los que llenar las aulas –con ratios cada vez más bajas por la escasez de nacimientos– no termino de verlo. Lo dicho, puestos a organizar corridas de toros en la Cantabria vaciada, mejor abramos bares, cuya singularidad e interés no admiten discusión. Pañuelo blanco con oreja y vuelta al ruedo para quien se atreva.
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