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Al PP le ha faltado tiempo para, sin debate interno alguno, y en contra de los pronunciamientos de sus Congresos, decidir que la ley de plazos, por la que cualquier mujer puede abortar hasta 14 semanas sin autorización paterna es correcta, con el sorprendente argumento ... de que «está bien construida», y de que gran parte de la sociedad la acepta, convirtiéndose en intérprete de la misma, sin haber ni siquiera consultado a sus afiliados.
Claro está que hay que ocupar el centro político y convertirse en lo que la sociedad parezca demandar, sin ofrecer una clara definición ideológica donde, por supuesto, la bandera del progresismo hay que arrebatársela al socialismo. Pero poco o nada tiene de progresista impedir el crecimiento de la humanidad, aniquilando vidas y mostrando el fracaso de una sociedad incapaz de desarrollarse y truncar su futuro. El aborto, convertido en un medio sencillo de controlar la natalidad, es la muestra de un fracaso, jamás un derecho, al que se disfraza de libre cuando casi el 75 por ciento de las mujeres confiesan no hacerlo por voluntad propia, sino por presión familiar, laboral o motivos económicos.
Desde 2013, según datos del Ministerio de Sanidad, más de 900.000 niños dejaron de nacer tras la aprobación por el Gobierno socialista de Zapatero de la existente ley reguladora del aborto que lo despenalizaba limitándolo a unos determinados supuestos graves. Casi un millón de vidas truncadas. En todo ese tiempo, el Partido Popular se limitó a esperar que el Tribunal Constitucional se pronunciara sobre el recurso que presentó. Y que nadie preguntase, cuál era su posición o clarificara su opinión, porque sería contemplado como un incómodo transgresor de lo políticamente correcto. Cualquier defensor de los derechos del no nacido sería tachado de fascista o servil defensor de idearios religiosos, en un país donde teóricamente se garantiza la libertad de expresión, pensamiento o de culto.
Pero el Tribunal Constitucional, una vez ocupadas sus plazas por miembros próximos al actual gobierno, y tras haber tardado 13 años en pronunciarse, despacha el tema en 24-48 horas. Debate simplemente vía votación y sin tener en cuenta que tres de sus miembros participaron en la elaboración de esa ley. Ahora la nueva dirección del PP se limita a acatar la sentencia cruzando una línea roja, aquella que identifica a un partido con ideología de un conglomerado de intereses, simplemente diseñado para ganar. No ha sido la única vez. Cuando tenia mayoría absoluta el gobierno de Rajoy, como un esforzado administrador carente de ideario alguno, dedicó toda su atención a los temas económicos sin modificar las leyes educativas o las de Memoria Histórica o de Igualdad de Género. Ni vigiló los desmanes que el nacionalismo incubaba en Cataluña. No existe ley alguna llevada al Parlamento en esos años que reflejase la identidad ideológica del Partido Popular.
Nos lamentamos de la deriva de nuestra sociedad (costumbres, moral, educación, lentitud de la justicia, banalización del maestro, preferencia de la subvención a la creación de riqueza y muchas más), sin reacción alguna por parte de la derecha cediendo a la presión de la izquierda, que se adelanta en todos los debates, sin ningún tipo de complejos. Y de esta forma, huyendo, se dará por buena la ley trans y todo el resto, como se ha hecho con el abandono del aborto, la eutanasia, la defensa de la monarquía frente a ataques republicanos y las formas de representación del Estado, al aceptar la presencia de banderas no constitucionales, los símbolos del totalitarismo comunista, la aceptación de naciones en España o manteniendo las luchas por ocupar puestos en los órganos del poder judicial. Todo ello con el argumento de defender el interés nacional, como se ha hecho apoyando al gobierno socialista de Sánchez, para que modifique los desmanes de la 'ley del sí es sí' en lugar de esperar su derrumbamiento por el error cometido al aprobarla, incluso con la clamorosa ausencia del propio presidente en la votación. ¿Por qué no se ofrece también a esconder los desmanes de la distribución de fondos europeos, cuando acudan los inspectores de Bruselas? A un adversario en caída libre no debiera apoyársele en ninguna circunstancia y esa debiera ser la postura del PP, en lugar de tender la mano a un Gobierno irresponsable, ahogado en sus errores.
La firmeza en política se apoya en firmes convicciones ideológicas, donde las firmes creencias forman parte de su esencia. Si se sustituyen por maquinarias para lograr el poder pensando en la simple administración del Estado, sobra toda ideología y mejor lo haría cualquier directivo de una prestigiosa empresa multinacional.
Si admitimos que los gobernantes se limitan a seguir las tendencias de la sociedad, creo que nos iría mejor si contratásemos al presidente de la General Motors, Apple, Coca-Cola o incluso Inditex.
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