El blanqueo de dictadores

Es el caso del presidente de Siria, Bachir al Asad, vencedor de la guerra contra la oposición insurgente gracias al apoyo militar y económico de Rusia y de Irán. Después de once años de conflicto donde el escenario tenía varios contendientes con diversos intereses y objetivos, y donde los grupos terroristas han jugado un papel más que destacado, tenemos al dictador sirio sentado de nuevo en el seno de la Liga Árabe gracias a la invitación de Arabia Saudí y de sus aliados y tras la recuperación de las relaciones diplomáticas entre los saudíes y el régimen iraní.

Mohamed bin Salman, príncipe heredero y hombre fuerte de lo que pretende ser una mayor potencia regional con influencia relevante en el resto del mundo gracias al petróleo, mueve sus fichas con Irán, Siria y otros países de la zona acompañado de una buena relación con China y con Rusia. Veremos si el antiguo aliado fundamental de los saudíes, Estados Unidos, consigue con la visita a Riad de su secretario de Estado, Anthony Blinken, mejorar la relación.

Otro caso sonado es el del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que ha aprovechado la cumbre de países sudamericanos organizada por Lula da Silva para romper su ostracismo y ha continuado viaje a Turquía para asistir a la toma de posesión del reelegido presidente Recep Tayyip Erdogan. En Brasilia, los presidentes de Chile y Uruguay denunciaron la violación de los derechos humanos y la falta de libertad del régimen chavista frente a la posición de Lula de echar la culpa a la narrativa antichavista. Lo curioso es que con Maduro, en Ankara, estuvo el presidente de Hungría, Viktor Orban, presidencialista con tintes autoritarios chirriando constantemente en la Unión Europea, y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, obligado por la pertenencia de Turquía a la Alianza con un papel controvertido pero útil y necesario en estos momentos. Tanto en Siria como en Venezuela, la situación es inaceptable, no debemos olvidarlo.