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En muy contadas ocasiones podemos comprobar que existen las casualidades en la escena internacional. No es cuestión de sumergirse en una constante paranoia de la teoría de la conspiración permanente, pero resultaría de una inocencia más rayana en la ignorancia y la estupidez no relacionar ... los hechos que se producen actualmente en la escena internacional. En el mundo convulso que estamos navegando ha desparecido de la escena internacional el habitual respeto, más cercano al temor, por Estados Unidos, la gran superpotencia como gendarme internacional. Sin duda, la hegemonía norteamericana es relevante pero no está exenta de afrentas que logran provocar tensión e, incluso, pánico en los mercados bursátiles.
Las decisiones adoptadas en los últimos días por el príncipe saudí Mohamed Bin Salman no tienen nada que ver con la casualidad y forman parte de su plan para lograr con su agenda 2050, ha dejado atrás la agenda 2030, una situación solvente, influyente y respetada para un reino que no dependa exclusivamente del petróleo. El propio Bin Salman advirtió a Washington que su salida de Oriente Medio para centrar su atención en el Pacífico y el sureste asiático tendría la consecuencia de que otro actor internacional ocuparía su lugar. Y las relaciones políticas y personales entre el hombre fuerte saudí y el 'stablishment' norteamericano se rompieron cuando le eligieron como gran culpable y responsable del asesinato del periodista Jamal Khashoggui. Todavía resuenan las palabras del presidente Joe Biden sobre la condición de paria internacional para Bin Salman, sin que su último encuentro con choque de puños incluido haya logrado superar las agudas aristas que les separan.
Arabia Saudí y otros países del Golfo se han puesto de perfil en la contienda entre Rusia y Estados Unidos más los aliados atlánticos por la invasión de Ucrania. Y no solo eso, han encontrado en China a un mediador eficaz capaz de lograr el restablecimiento de las relaciones entre Arabia Saudí e Irán, y quien sabe las intenciones del presidente chino en Moscú. En el ámbito bursátil chinos y saudíes son tenedores de gran parte de la deuda de Estados Unidos y accionistas del Credit Suisse, entre otros. Quizá Bin Salman busca autonomía, capacidad e independencia para tomar sus decisiones, porque al mismo tiempo ha comprado 78 aviones a la norteamericana Boeing. Es posible que también pueda compaginar su relación con Irán y su entrada en los Acuerdos de Abraham, el entendimiento entre árabes e israelíes, vital para la estabilidad internacional.
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