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En la era de la exploración del espacio, incluidos viajes privados, sistemas de armas no tripulados y con enorme eficacia, nuevas tecnologías de precisión increíble ... y del miedo a la inteligencia artificial que puede construir la realidad que a cada uno le convenga, resulta que el desarrollo de la invasión rusa de Ucrania puede depender, de alguna manera o en gran medida de la munición, si hacemos caso al jefe del Grupo Wagner, Yevgueni Prighozin. Una vez más, de manera histriónica y retadora, el responsable de estos mercenarios ha advertido que Rusia está al borde de la catástrofe, porque a sus unidades solo les queda munición para unos días y si no pueden resistir en Bajmut, caería todo ese frente.
No es la primera vez que Prighozin desafía a los jefes militares rusos, que nunca han visto con buenos ojos que una buena parte millonaria del presupuesto se dedicara sin demasiado control a los deseos y supuestas necesidades de este grupo que se dedica al trabajo sucio que le interesa al Kremlin. Las quejas de estos militares de carrera, que no saben desenvolverse del todo en los espectaculares y resbaladizos pasillos del palacio que encarna el poder en la Federación Rusa, caen al cubo de la basura porque está más que demostrado que Prighozin despacha directamente con el presidente Putin.
No se trata de simplificar demasiado la estructura del mando militar ruso, pero son evidentes los enormes fracasos de la llamada operación especial en Ucrania, porque el jefe de Wagner había anunciado la toma de Bajmut hace más de dos semanas y ahora suplica más munición para no perder las posiciones y poder hacer frente a la anunciada contraofensiva ucraniana, que también está pendiente de recopilar la capacidad militar suficiente para comenzar.
También en el bando occidental la munición es objeto de deseo, hasta el punto de que los países de la Unión Europea no se ponen de acuerdo para lograr el aprovisionamiento que necesita el ejército ucraniano, porque Francia insiste en que con dinero europeo tiene que fabricarse munición en fábricas europeas y cumplir todos los requisitos legales. Los tiempos de la guerra no son los de los políticos y el desenlace de los combates en los diversos frentes no puede depender de donde viene la munición que se necesita. Parece una discusión frívola o banal, pero escenifica con tristes detalles cómo hay quien antepone sus propios intereses a los del conjunto de los aliados, por no hablar de las vidas ucranianas. Otro caso revelador e indignante, el veto al cereal ucraniano por parte de Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Eslovaquia. Más munición y punto.
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